‘Presten atención a ese joven, un día conquistará un nombre importante en el mundo”, sentenciaba Mozart, refiriéndose a Beethoven, a quien había escuchado como adolescente en Viena en 1786. Y ciertamente que dichas palabras tomaron más vigencia que nunca hace poco en Quito, con motivo de la presentación, a días seguidos, de las 10 Sonatas para Piano y Violín del ‘Coloso de Bonn’.
Desde el hecho de que Beethoven pusiera el nombre “piano” primero ya era revolucionario, pues hasta allí este género de música se lo conocía básicamente como para violín “acompañado de piano”. Recordemos que, a pesar de que alguna vez el genio interpretó la viola -bastante mal, según dicen- el piano fue su instrumento favorito y esencial, para el cual compuso algunas de sus mejores obras.
Sin embargo de lo anterior, pienso que en la ya mencionada presentación en la Casa de la Música, fue el ‘instrumento del diablo’, el violín, el que se robó el show, en buena parte por la personalidad y calidad de quien lo interpretaba, el joven ruso Ilya Gringolts.
Desde tiempos remotos, este instrumento de cuatro cuerdas y 70 piezas de madera, fabricado legendariamente en Cremona por los Stradivari, Amati y Guarneri, ha servido de acompañante a Lucifer, tanto en obras clásicas como ‘El Trillo del Diablo’ de Tartini , o en películas como ‘Las Brujas de Eastwich’ y en música americana, como una balada de Kenny Rogers. Aun más, se decía que el famoso violinista Paganini tenía un pacto con el mismísimo demonio. Pero nada de diabólica tuvo la presentación de Gringolts en nuestra ciudad. Si algo, yo más bien la calificaría como música celestial, pues tanto él como su acompañante al piano, Alexandar Madzar-estupendo también- estuvieron inspirados al interpretar en forma magistral las difíciles obras, únicas en su género.
Gringolts, dueño de una impecable técnica y excelente memoria, ya se había presentado antes en la capital ecuatoriana, interpretando las seis obras para violín solo de J.S. Bach en una sola noche. Pero lo de ahora excedió todas nuestras expectativas pues el hecho de disfrutar de las 10 sonatas en forma continua y cronológica nos permitió tener una visión única de algunas de las diferentes etapas por las que pasó Beethoven, cuya existencia misma ha sido y seguirá siendo motivo de discusión y análisis por parte de los melómanos. Dichas sonatas abarcaron alrededor de 15 años de su vida.
El culto público quiteño, que tiene gran intuición para lo notable, prácticamente copó la sala las tres noches, luego de que poco antes también lo había hecho con la Orquesta de Cámara de Berlín. Ahora se anuncia, para agosto, la extraordinaria soprano estadounidense Renee Fleming: ¡que siga lo bueno!
Columnista invitado