Redacción Cultura
Los lienzos con imágenes de la Virgen de la Merced se aprecian desde la entrada de la iglesia. Son cuadros de cuatro metros de alto, en gama oscura, que el artista Víctor Mideros plasmó en 1933 y que, ahora, cuelgan de las columnas doradas del templo.
“Son un legado único”, dice el sacerdote mercedario Ricardo Chamorro. Más adelante, 10 m hacia arriba, el religioso indica las tres tuercas, que aparecen incrustadas en la pared, junto a uno de los arcos de la cúpula.
“Esas son las huellas de los refuerzos estructurales. Sostienen esa bóveda. Esto se hizo luego del terremoto de 1987”, manifiesta mientras camina, junto a las bancas. En caso de un sismo, el sacerdote espera que esos trabajos protejan las obras de arte.
Su preocupación aflora al cruzar la sacristía y pasar por un frío corredor de paredes blancas. “En esta parte del convento no existe ningún sistema antisísmico. Está hecho de ladrillo y adobón (adobes grandes, de 1,20 cm x 0,70 cm). No sabemos qué puede pasar en un temblor”.
El técnico Fernando Checa del Fondo de Salvamento (Fonsal), refiriéndose a la preocupación del sacerdote, dice confiar en el trabajo que ha realizado esta institución. “El Fonsal tomó medidas, según aparecieron los daños en las construcciones religiosas. Las iglesias, los conventos y claustros fueron reforzados en sus estructuras. Una vez terminada esa etapa nos dedicamos a dar mantenimiento”.
El arquitecto añade que las estructuras religiosas, por ser elementos patrimoniales de valor universal, solo se intervenían cuando se decidía que era absolutamente necesario.
Checa formó parte de una comisión interinstitucional (Municipio, colegios de arquitectos e ingenieros, Banco Central e Instituto de Patrimonio), que evaluó los daños en estructuras de las iglesias, luego del terremoto. “Los templos son los grandes contenedores de las obras de arte, como pintura mural, escultura, retablos, pan de oro, etc.”.
Recuerda que en la iglesia de San Agustín, el capuchón de la torre, al igual que su parte central, tenía grandes grietas, tras el sismo. María José Galarza, guía permanente del Museo de San Agustín, explica que los daños se produjeron en los altos de la iglesia y del convento.
“En las partes más cercanas al techo (14,40 m alto en la iglesia) aparecieron las rajaduras mayores. En el primer piso casi no hubo daños porque las paredes (de adobón) tienen un grosor que llega hasta 2,50 m de ancho. Antes no se levantaban columnas sino solo se hacían las paredes gruesas de adobe y paja para que sostengan la estructura”.
Por eso cree que los cerca de 20 lienzos de Miguel de Santiago, pintados en 1656, que están en la planta baja del convento y reproducen la vida de San Agustín, no sufrirían daños mayores en caso de un temblor, como el que ocurrió en 1987.
Pero Galarza considera que “al no haber padecido un terremoto en los últimos 20 años, el nivel de preocupación por ese tema ha disminuido”. A esto, Diego Santander, director ejecutivo de la Fundación Iglesia de La Compañía, añade que las autoridades deberían realizar una revisión de esos trabajos.
“Es necesario un seguimiento, más aún por la coyuntura. Se debería extender esa inspección técnica, a otros templos. No solo un repaso fotográfico. Hace falta mantenerlo porque Quito está en una zona sísmica”.
En La Compañía, que también sufrió un incendio en 1996, se realizaron trabajos, como restauraciones en la fachada de piedra, los 11 retablos, la sacristía, las pinturas, esculturas, la cubierta, entre otros. Pero, sin duda, la que Santander destaca, como una intervención única en el país, es el reforzamiento estructural.
“Es una estructura esquelética de hierro que forma parte de los muros de la iglesia. Se introdujo en los muros en total 8 km de hierro, de una pulgada de diámetro, al que se le envolvió con un mortero y que ayudaría al movimiento oscilatorio de un evento sísmico”.
Así se espera salvaguardar las obras de arte de los siglos XVIII y XIX de artistas como Bernardo de Legarda, Hernando de la Cruz, Javier Goríbar, Alejandro Salas, entre muchos otros. Sin embargo, el técnico del Fonsal, es claro en afirmar que todos los trabajos realizados apuntaron a evitar colapsos en las estructuras, pero eso no significa que sean indestructibles.
“Cuando se habla de edificios sismorresistentes, no quiere decir que sean indestructibles. Las medidas apuntan a que las construcciones resistan y no colapsen de manera súbita. Pero si se registra un sismo como el de Chile o Japón, en realidad poco sería lo que finalmente pudiera resistir en el país”.
Punto de vista
‘USD 10 millones en un proyecto’
Guido Díaz / Director Fonsal
Estamos elaborando un programa que se llama la Quinta Fachada. Es un proyecto de auspicio para el reforzamiento estructural de las casas y reposición de las cubiertas. El proyecto está por concluir, espero que el próximo mes ya pueda ser difundido a la ciudadanía. Su costo es alto, tenemos estimado para este año USD 10 millones. Es importante recalcar que está enfocado en todas las estructuras patrimoniales.
En Quito tenemos alrededor de 5 000 casas que son patrimoniales y al menos la mitad necesita algún tipo de intervención. Todas las iglesias del Centro tienen reforzamiento estructural para que resistan a sismos.