En la estación de San Roque, cantón Antonio Ante, se muestran la gastronomía y artesanías en cabuya y tejidos desarrollados por los kichwas. Foto: Washington Benalcázar /EL COMERCIO
La travesía en tren por los 57 km que enlaza a la ciudad de Otavalo y la parroquia de Salinas, en Imbabura, permite a los viajeros conocer comunidades indígenas y afrodescendientes.
A los turistas sorprenden el cambio de clima y la vegetación, que parte de los 2 550 metros, en Otavalo, y desciende a los 1 600, en Salinas.
El sábado último, más de un centenar de personas recorrió la Ruta de La Libertad, que puede iniciar en Otavalo o Ibarra.
Marco Vicuña, ambateño radicado en Estados Unidos, viajó junto con su esposa, Narciza Tobar, desde la primera urbe.
La pareja recorrió por primera vez este ramal ferroviario. A Vicuña le deslumbró el paisaje tapizado por sembríos de maíz, árboles de guaba, tocte, ciprés…
La ruta también está animada por tradiciones y cultura. Al partir de Otavalo, en los primeros kilómetros se observa a los volcanes Imbabura y Cotacachi, que aparecen a los costados de la vía férrea.
El romance entre el ‘taita’ Manuel Imbabura y la ‘mama’ Isabel de las Nieves Cotacachi, una de las leyendas más difundidas entre los indígenas de la provincia, es narrada por Jaime Iturralde, guía de la Empresa de Ferrocarriles del Ecuador.
El trayecto Otavalo-Ibarra, que opera desde el 24 de enero último movilizó a 1 444 pasajeros. A ellos se suman los 70 000 pasajeros que han disfrutado del trayecto Ibarra-Salinas, que comenzó a operar en el 2012.
La ruta completa tiene cinco paradas. En las estaciones remodeladas hay una muestra de cultura, historia y gastronomía de cada sitio. Eso permite la formación de emprendimientos comunitarios para brindar atención a los turistas.
En la estación de San Roque, 15 mujeres de la Asociación de Producción y Comercialización Agropecuaria Antonio Ante ofrecen refrigerios a los expedicionarios. Cada fin de semana, laboran entre 06:00 y 10:30. Un grupo de mujeres elabora tortillas de harina de maíz. Esthela Fuérez cuece la masa en tiesto (una especie de sartén de barro), asentado sobre leños.
Otras como Lourdes López arreglan la cafetería. El bocadillo se acompaña con café o agua aromática y dulce de sambo (una especie de calabaza).
Esta mermelada artesanal es promocionada a los turistas. A Sebastián Padrón, de Quito, le agradaron mucho las tortillas.
El periplo continúa por Antonio Ante, Ibarra y Urcuquí. Esta actividad turística está transformando la región.
En la parroquia de Salinas, al final del trayecto, 120 beneficiarios esperan el arribo de turistas, de miércoles a domingo.
Anderson Maldonado, presidente del proyecto Palenque, explica que reciben entre 400 y 700 visitantes por semana.
Un grupo de bailarinas afros, a ritmo de bomba, un género musical del valle del Chota, muestra parte de su cultura a los paseantes. Ahí también se puede degustar jugos y helados de hobo y tuna, las frutas locales.
Verónica Posso, una de las integrantes de la Asociación de Desarrollo Integral de Mujeres Emprendedoras de Salinas, asegura que con esta actividad generan ingresos a las familias.
Un caso similar sucede con el Centro Gastronómico Palenque. En la cocina nueve mujeres sazonan platillos elaborados con fréjol, yuca y camote.
Otro de los sitios de interés es la Plaza Artesanal que alberga a 14 emprendimientos. Varios murales que hacen conocer la historia de los afros de la Sierra norte decoran el poblado.
La propuesta intercultural de turismo ha atraído a variasoperadoras turísticas: Clain Tour, Kimbaya Tour, Equinoccial Andvetur, entre otras, que arriban con turistas extranjeros.