Jaime Plaza. Desde Barcelona
A dos días de finalizar la reunión mundial sobre cambio climático en Barcelona, las diferentes delegaciones sienten la premura de lograr un entendimiento. Aunque las negociaciones continuaron ayer por la mañana, el tema del porcentaje de reducciones de las emisiones de gases contaminantes entramparon los diálogos.
Las reuniones del subgrupo encargado de definir los porcentajes de reducción de emisiones de gases con relación a los indicadores de 1990 se llevaron la atención. Ayer se decidió que seis de las 10 reuniones de este segmento, previstas para Barcelona, sean exclusivamente para tratar sobre las cifras que se niegan a aceptar países como EE.UU. y Canadá.
Allí se analizó un documento de 211 páginas que contienen los puntos en debate y se intentará un entendimiento que permita alistar un borrador del nuevo acuerdo de cambio climático para llevarlo a la Cumbre Mundial de Copenhague, Dinamarca, del 7 al 18 de diciembre de este año.
Pero, según reportó ayer la agencia AFP, el tan esperado Tratado de Copenhague podría tener que esperar entre tres y 12 meses después de la cita prevista en Dinamarca para ver la luz.
En efecto, representantes de la Unión Europea (UE) reconocieron ayer en Barcelona, donde tiene lugar la última ronda de negociación previa a Copenhague, que esta puede no desembocar en un nuevo tratado internacional, sino en algún tipo de acuerdo político sin carácter vinculante.
“La UE sigue pensando que es fundamental mantener el nivel de ambición, pero que al mismo tiempo debe tener capacidad de reacción (…) ante las dificultades de algunos países a asumir compromisos jurídicamente vinculantes”, afirmó Alicia Montalvo, directora general de la Oficina Española de Cambio Climático.
Artur Runge, de la Comisión Europea, consideró que en el contexto de una convención internacional, lo más rápidamente posible son de tres a seis meses. Varias ONG ecologistas acusaron a Estados Unidos de esta situación.
“Estados Unidos se está convirtiendo en un lastre en este proceso, su intransigencia está amenazando con matar toda perspectiva de un tratado jurídicamente vinculante en Copenhague”, dijo el director de políticas climáticas de Greenpeace, Martin Kaiser.
La administración de Barack Obama no quiere comprometerse en Copenhague con unas cifras vinculantes de reducción de sus emisiones de gases que después choquen con la oposición del Congreso, como ya ocurrió en su momento con el Protocolo de Kioto. Por eso, prefiere esperar que el Senado apruebe primero la ley nacional de reducción de emisiones, explicó en Barcelona el negociador jefe de EE.UU., Jonathan Pershing. Pero lo más probable es que esto ocurra después de la cita de Copenhague.
Los ecologistas también temen que la UE intente dar marcha atrás en sus compromisos.