Una tragedia con 30 muertos desintegró familias

Sandra de la Torre, sobreviviente del accidente, muestra la foto de su madre, Lucía Males, que falleció en el accidente. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO

Sandra de la Torre, sobreviviente del accidente, muestra la foto de su madre, Lucía Males, que falleció en el accidente. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO

Sandra de la Torre, sobreviviente del accidente, muestra la foto de su madre, Lucía Males, que falleció en el accidente. Foto: José Mafla/ EL COMERCIO

Washington Benalcázar (I)  
wbenalcazar@elcomercio.com

Las noticias sobre nuevos accidentes de tránsito reviven el drama que atraviesan los sobrevivientes y familiares de las víctimas de percances anteriores.

Los tres siniestros de este mes, que provocaron 22 muertos en los primeros 26 días, trajeron a la memoria el suceso que ocurrió el 19 de febrero del 2012. Ese día fallecieron 30 personas y 27 quedaron heridas, tras el volcamiento de un autobús de la cooperativa Espejo, en la vía Ibarra-San Lorenzo.

Las estadísticas de Covial, una ONG que trabaja en temas de educación y seguridad vial, señalan que este fue el tercer accidente de tránsito que ha dejado mayor cantidad de muertos en los últimos ocho años a escala nacional.

¿Cuáles fueron los otros casos? En el 2006 en la vía Pifo-Papallacta perecieron 47 personas y cinco quedaron heridas.

Hace cuatro años, en la carretera El Carmen-Flavio Alfaro, en Manabí fallecieron 39 pasajeros y 44 quedaron lesionados.

En los 10 primeros meses de este año ya van 1 920 muertos en las carreteras del país.

Víctor Jiménez es director ejecutivo de Covial y dice que hasta el año anterior sucedía un siniestro de magnitud catastrófica cada 18 días. Indica que este año se producen cada 14 días. Un percance se eleva a esa categoría cuando hay más de 15 afectados (entre muertos y heridos). Por ejemplo, esta semana murieron seis y 58 quedaron heridos en Cotopaxi. Ayer se supo que la licencia del chofer que conducía el bus había caducado hace tres años.

En el momento, los afectados en este caso aún se recuperan.
Entre enero y octubre de este año han ocurrido 32 168 percances a escala nacional, de acuerdo a estadísticas de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT).

Solo entre agosto y octubre pasados se han reportado 8 842 accidentes en el país. En ese mismo período, del año pasado, hubo 7 252, según la ANT.

El incremento de casos ocurrió, pese a que desde el 10 de agosto está vigente el nuevo Código Integral Penal (COIP), en el que se incluyó la Ley de Tránsito y se establecieron, por ejemplo, tres escalas para sancionar a conductores ebrios.

A continuación presentamos cuatro testimonios de personas que vivieron el siniestro de la cooperativa Espejo.

‘Todavía tengo miedo de subir a un autobús’

Han pasado más de dos años (del accidente) y aún no puedo subirme a un bus con tranquilidad. Comienzo a temblar. Además perdí la audición en el oído izquierdo para siempre. Los médicos me dijeron que se obstruyó un nervio. Pero lo más doloroso fue que en ese percance murieron mi mamá, Lucila Males, y mis tíos, Ernesto Males y Gloria Ushiña.

Prácticamente me recuperé este año, con terapias y la ayuda de un psicólogo. Recuerdo que el día de la tragedia el bus iba muy rápido. Yo iba dormida y me desperté cinco segundos antes del accidente. El vehículo se volcó. Luego chocó contra un muro y cayó a una zanja. Todos gritaban.

Perdí el conocimiento y desperté en completa oscuridad. Estaba aplastada por los asientos y los cadáveres. No me podía mover. Pensé que iba a morir. Me desmayé nuevamente y desperté en una ambulancia. Luego me trasladaron en un helicóptero de Ibarra a Quito. Tenía una lesión en la cadera y en la pelvis. También una fractura en la cavidad del ojo. Pasé dos meses en cama. Recibí USD 2 500 del SOAT. Pero mi tratamiento costó 10 000. Me indigna ver cómo los buses de la Espejo circulan como si no hubiera pasado nada.

‘Les pido a Dios y a las almitas más fortaleza’

No hay día en que no me acuerde de mis hijos (Mauricio y Elizabeth) y mi esposa (Yolanda Sánchez). Extraño tanto a mi familia. Conforme pasa el tiempo se siente más la soledad. Tuve que vender la casa, que estaba llena de recuerdos. Ahora vivo en una más pequeña.

Siempre le pido a Dios y a las almitas me den fortaleza para seguir adelante, con el resto de mi familia que me queda. Es decir, mi hija Sonia y mis cuatro nietos, entre ellos Isabelita, que hoy tiene 5 años.

Ella es la única sobreviviente de mis ocho parientes y mi consuegro que fallecieron en ese accidente. Mi hija Sonia y su esposo le dieron un hogar. La niña les dice papi y mami. También les ayudo en lo que puedo. 

Recuerdo que yo iba a viajar. Mi esposa me insistía: Negro vamos. Pero me quedé para cuidar la casa y los carros de mi yerno y de mi consuegro, que vino con mi hijo de Quito, y que quedaron estacionados fuera de mi casa. Ellos prefirieron viajar en bus porque no alcanzaban en los dos vehículos. Para superar el dolor me dediqué al atletismo. Corro en todas las pruebas que puedo. Uso una camiseta con la foto de los familiares que perdí.

‘Aún siento el dolor por mis 12 costillas rotas’

Desde que sucedió la tragedia yo no he podido trabajar con normalidad. Tenía una panadería. Pero con las secuelas que me dejaron 12 costillas rotas ya no puedo hacer pan. Ahora de vez en cuando preparo galletas, que es más suave. Aún siento dolores fuertes. Tras el accidente pasé ocho días internado en el Hospital Eugenio Espejo, de Quito. Y luego seis meses en rehabilitación, acá en Ibarra.

Antes de que el bus se volcara yo estaba predicando la palabra de Dios a un joven que estaba sentado junto a mí. Yo dirigía un grupo de 16 compañeros testigos de Jehová. Como todos los domingos íbamos a la parroquia de Lita -en el noroccidente de Ibarra- a predicar educación bíblica.  No recuerdo casi nada del percance. Se me bloqueó la mente. Me dicen que yo salí caminando del bus accidentado hacia la carretera.

Recuerdo me desperté tirado sobre el asfalto de la vía. Me ardía la cara por el sol y la sangre. Tenía una herida en la cabeza y otras en el cuerpo. Me cosieron 100 puntos en total. Luego me enteré que siete de mis compañeros murieron. Me reconforta saber que Dios les tiene en su memoria y que volverán a la vida.

‘Los cuadros de dolor no los he podido olvidar’

Recuerdo que recibimos una llamada telefónica en el Cuerpo de Bomberos de Ibarra cerca de las 07:00. La emergencia era por un accidente de tránsito con víctimas “en masa”. Cuando llegué al sitio de la tragedia observé los cuerpos esparcidos en la vía y otros en el interior del vehículo. Había muertos y heridos.

En la parte delantera de lo que quedó del bus estaban asientos destrozados, maletas, ropas y sangre. Estuve ahí desde las 07:30 hasta las 13:00. Lo más doloroso para mí fue realizar el triaje durante la emergencia. Esta es una tarea de campo en donde se evalúa las probabilidades de vida y de recuperación de los pacientes.

Se da prioridad, para enviarlos a las casas de salud, a los que no tienen lesiones críticas. Pero muchos se quedaron a morir (llora por un momento). Participamos unos 40 bomberos y 10 ambulancias.

Hubo muchas historias dolorosas como la de un compañero policía que encontró a su madre muerta, mientras ayudaba a trasladar los cadáveres que llegaban al hospital San Vicente de Paúl de Ibarra. Lloraba desconsoladamente. No sabía que su mamá estaba entre las víctimas. Había filas de ataúdes apilados.

Suplementos digitales