A las 16:30, el Centro Histórico de Quito se llena de Funcionarios públicos que trabajan por la zona. Foto: EL COMERCIO
Ríos de gente. La calle Chile se congestiona exactamente a las 16:30. Esa es la hora de salida de los funcionarios públicos que trabajan por la zona: Municipio de Quito. Ministerio del Interior, Presidencia de la República, Vicepresidencia, Ministerio de Inclusión Económica y Social y otras tantas secretarias de Estado.
Aparecen por todos las calles circundantes a la Plaza Grande y confluyen en la Chile. Desde allí se dirigen a sectores como La Marín, San Blas, los túneles… Aunque la mayoría camina cerca, pues va al encuentro de los buses institucionales que, minutos antes de la hora de salida, se estacionan por las calles aledañas a las instituciones.
La congestión vehicular se acrecienta. Esas unidades de transporte esperan en esquinas estratégicas. Por ejemplo, los empleados municipales tienen tres paradas: calles Montúfar y Espejo, para los que van al Norte; García Moreno y Espejo, para los del Sur; y Guayaquil y Espejo, para los que van a los valles.
El resto de empleados del Estado también tiene sus líneas de buses. Eso, reconoce un agente civil que prefirió no decir su nombre, “provoca congestión vehicular, aunque sea por solo 15 minutos, por reloj; tras ese tiempo, la calma retorna al perímetro de la Plaza Grande, igual a la que se vive entre las 12:00 de todos los días de la semana”.
En la esquina de las calles Benalcázar y Chile un nutrido grupo de empleados del Ministerio del Interior espera a su bus. A las 16:35 llega y todos se embarcan con afán. El Agente Civil que vigila el sector los apura con su pito. En menos de tres minutos, la unidad sube la Chile y se pierde.
Y la gente sigue subiendo y bajando por la calle Chile, su caminar se torna lento, pues una hilera de 26 carros ocupa los dos lados de la vía, entre el tramo de las calles Benalcázar y García Moreno. Incluso la gente tropieza y se enoja: “Siempre es lo mismo, estos señores (señalando al edificio de la Presidencia de la República) se creen los dueños de la vía. Es una lidiadera eterna que estos vehículos se estacionen aquí e impiden el paso de los peatones”, comenta Inés Murrillo, funcionaria pública de una institución del Estado (prefirió no decir el nombre).
A las 16:45 los buses amarillos, que minutos antes circulan llenos de pasajeros por las calles del Centro, han desaparecido. Las calles vuelven a quedarse con pocos vehículos que ruedan lentos. En esa tranquilidad les acompaña una leve garúa.