Se trata de vaconas y toretes jóvenes y “nacionales”, sin raza definida, pero que han adquirido bravura a fuerza del riguroso frío de los páramos de la provincia de Tungurahua, en el centro de los Andes ecuatorianos. Foto: Agencia EFE
Decenas de toros de los páramos andinos de Ecuador han vuelto a surcar las calles de la coqueta ciudad de Píllaro, en la Pamplonada 2017, un festejo donde cientos de “toreros” espontáneos juegan con los astifinos, en un recorrido de quince cuadras.
Se trata de vaconas y toretes jóvenes y “nacionales”, sin raza definida, pero que han adquirido bravura a fuerza del riguroso frío de los páramos de la provincia de Tungurahua, en el centro de los Andes ecuatorianos.
Patricio Sarabia, alcalde de Píllaro, comentó que la llamada Pamplonada es la celebración mayor de las fiestas de esta zona rica en cultivos agrícolas, especialmente frutales, y en producción de lácteos.
Pero, remarcó, la “Pamplonada es un nombre comercial, publicitario que se le ha dado”, por sus rasgos de similitud con la fiesta de Pamplona (España), aunque en la de Ecuador no hay la presencia de cabestros y tampoco se realiza el chupinazo.
La presencia de los bureles en las calles “justamente tratan de revivir una vieja tradición donde la gente de los páramos quería participar en las corridas taurinas y bajaba de las haciendas, desde lo más alto de las montañas, con los hatos” de ganado, agregó Sarabia.
El alcalde es orgulloso de su tierra, sobre todo, porque con sus particulares celebraciones se ha convertido en un imán para el turismo, especialmente el nacional, aunque cada vez se pueden observar más extranjeros en los recorridos.
“La programación ha sido excelente, un lleno completo, un éxito rotundo”, afirmó Sarabia que ha presidido también la celebración folclórica de la ciudad, con bandas de pueblo, comparsas y desfiles multicolores.
En este festejo participan “la mayoría de barrios” de la zona y también “parroquias vecinas del cantón Ambato“, un cercano valle donde se asienta la ciudad del mismo nombre, capital de la provincia de Tungurahua, comentó Sarabia.
Es difícil calcular cuántos turistas han llegado a Píllaro para participar en la corrida de los toros por las calles, donde la audacia de los toreros es lo que atrae más la atención de la muchedumbre.
Los toros llegan a una plaza en un sector de Píllaro donde son desembarcados desde los camiones que los transportan y de allí, suelta uno por uno, hasta un total de 45, por un embudo hacia las calles de la ciudad.
El Ayuntamiento, previamente ha cerrado las calles transversales a las del recorrido principal con barreras y camiones que impiden a los toros desviarse del trayecto.
Los vecinos de Píllaro también adecúan sus balcones para observar el paso de toros y espontáneos, aunque también brindan asistencia cuando los bureles logran desarmar y embestir a los “toreros”.
Tras el recorrido, atiborrado de curiosos, los bureles llegan a una plaza de toros construida de forma artesanal, donde un medio centenar de espontáneos ejecutan sus mejores lances.
En ese cometido, muchos de los intrépidos reciben golpes por las embestidas del ganado, aunque hay grupos de jóvenes que se juntan para controlar a los toros a fuerza de músculo.
Pese al peligro natural que encierra el festejo, las autoridades de Píllaro resaltan que en las diferentes ediciones no se hayan presentado accidentes graves o mortales. Píllaro, además de su Pamplonada, es el lugar donde los diablos, en enero, salen a bailar por sus calles para dar la bienvenida al nuevo año.
La “Diablada pillareña”, por su colorido y la forma dantesca de las caretas que usan los danzantes, es parecida al festejo que en la época del carnaval se realiza en la ciudad boliviana de Oruro, y que también se presenta con semejanza a festejos en localidades de los Andes de Perú y Chile.