Foto referencial. Las trabajadoras que no perdieron su empleo han tenido que adaptarse a nuevas condiciones laborales que las perjudican. Foto: Pixabay
Al menos 13 461 personas que se dedicaban al trabajo doméstico perdieron su empleo durante los meses de emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus, de acuerdo con datos de desafiliación del Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social (IESS).
Las trabajadoras que no perdieron su empleo han tenido que adaptarse a nuevas condiciones laborales que las perjudican, como reducción de salario y trabajo puertas a dentro sin pago de horas extras, según un informe de la Unión Nacional de Trabajadoras Remuneradas del Hogar y Afines (Untha), Fundación Care y el Observatorio Social del Ecuador.
Las historias de Yolanda y Marianela, dos trabajadoras del hogar, son una muestra de las dificultades que han tenido que enfrentar las mujeres que se dedican a estas labores.
Yolanda (nombre protegido) cocinó, limpió y organizó el hogar de una familia, de lunes a viernes, por 23 años. Gracias a ese trabajo pudo mantener a sus seis hijos. Tenía un contrato y ganaba el salario básico. Al llegar la pandemia, perdió el empleo. Ahora subsiste con menos de USD 40 a la semana.
Los escasos ingresos que percibe se los gana lavando ropa o limpiando casas ocasionalmente. “Los cachuelos llegan una vez a la semana, a veces dos, o a veces no sale nada”, cuenta la mujer de 56 años.
La mujer vive en un popular barrio, en el sur de Guayaquil, con sus dos últimas hijas de 23 y 12 años. La menor de edad estudia un colegio fiscal. La mayor no pudo ingresar a la universidad por falta de recursos y ayuda a su madre a mantener el hogar con empleos esporádicos.
“A veces se va a camaroneras o a donde salga, pero a veces no hay nada”, narra Yolanda.
En marzo pasado, cuando comenzó la emergencia sanitaria, los jefes de Yolanda le dijeron que permanezca en su casa y prometieron llamarla nuevamente. Cinco meses después no se han vuelto a comunicar. No le pagaron su liquidación.
La otra cara de la situación la experimentan quienes lograron mantenerse en sus empleos. La situación de este grupo también es difícil, pues en algunos casos se ven obligadas a dejar a sus hijos solos en casa por largas horas e incluso días, porque el trabajo puertas adentro se ha vuelto más demandado, según Lenny Quiroz, miembro de la dirigencia de Untha.
En el caso de Marianela Viteri, sus empleadores se mudaron de Quito a Guayaquil hace dos meses y ofrecieron llevarla con ellos con la condición que en la nueva casa el servicio sería puertas adentro, de lunes a viernes.
Aunque eso implicaba alejarse por cinco días consecutivos de sus tres hijas, menores de edad, aceptó por miedo a no hallar un nuevo trabajo, como ocurre con muchas de sus compañeras. Así que viajó a Guayaquil con sus hijas, de 17, 15 y 12 años de edad.
“Mis jefes son buenos, siempre están pendientes de mis niñas. Pero Es duro no poder ir a la casa todos los días con ellas. Soy madre soltera, no tengo con quien más dejar a mis hijas. Ellas entienden que la situación es difícil y que deben apoyarse, saben que hago este sacrificio por ellas”, dice Marianela y menciona que en la Untha existe apoyo psicológico para las trabajadoras que afrontan momentos difíciles.