Bernarda es abogada y activista por los derechos de la comunidad Lgbti. Foto: Archivo particular
Cuando en Navidad o en Año Nuevo, Bernarda llegaba a casa con una pareja mujer sentía el rechazo de su familia. Pero, al contrario, si llevaba a un hombre y lo presentaba como su novio no pasaba lo mismo. Es una realidad –reitera– a la que se enfrentan las personas bisexuales.
En el colegio, Bernarda tuvo varias relaciones heterosexuales y también la primera homosexual. Por ello, durante un tiempo se definió como lesbiana. Esto -asegura la activista por los derechos de los Lgbti– es común entre la comunidad. “La mayoría de personas no se definen como bisexuales sino como gays, lesbianas o heterosexuales, según la relación que mantengan en cada momento”.
Para ella, esto sucede porque la falta de conocimiento sobre lo que significa la bisexualidad puede generar inseguridad y baja autoestima en las personas que sienten atracción por varios sexos.
Luego de “salir el clóset por primera vez”, a los 20, Bernarda tuvo nuevas relaciones heterosexuales. “La gente pensaba que fue una etapa, que ya soy hetero de nuevo”.
Así que cuando empezó una de sus relaciones estables con Carolina “fue como volver a salir del clóset”. Con ella estuvo cuatro años.
Compraron un departamento y vivían juntas. Durante ese tiempo, Bernarda era vista en todos sus círculos como lesbiana y –reconoce- sufrió discriminación en la familia, el trabajo y otros espacios.
“Mi mamá me rechazaba, no podía ir a eventos familiares con mi pareja”. Entonces era funcionaria pública. Recuerda que sus compañeros bromeaban con hacer un trío con ella y su pareja. Ella se molestó tantas veces e intentó explicar que Carolina y ella eran una pareja que merecía el mismo respeto que cualquier otra.
Tras terminar esa relación, Bernarda inició una nueva con un chico, Francisco. Durante los cinco años que estuvo con él –asegura– todo cambió. “Parecía que mi vida estaba bien, ya no tenía problemas en el trabajo ni con los amigos y en mi familia lo aceptaban”.
Aunque Francisco entendía a la perfección lo que implicaba la bisexualidad, dice Bernarda, “para él fue difícil explicarle a sus amigos y familiares que yo soy bisexual”. Tampoco podían ocultarlo, ya que Bernarda ha sido una activista visible desde los 19 años.
Aunque con Francisco también su relación de pareja también era comentada, Bernarda considera que durante esos años su orientación sexual se invisibilizó, mientras que con Carolina la discriminaban. “Me siento más aceptada cuando mi pareja es un hombre”.
Al terminar con él todos le preguntaban si va a volver a salir con chicas, “como si fuera algo negativo”.
Para Bernarda, vivir la bisexualidad ha tenido sus ventajas y desventajas. “Somos un grupo menos expuesto a la discriminación que otros de la población Lgbti como los transgénero. Somos como una población escondida, difícil de identificar socialmente. Pero también vivimos olvidados; la gente cree que estamos confundidos o que buscamos vivir con un hombre y una mujer al mismo tiempo, pero eso no es así”.
Este 23 de septiembre del 2019, como cada año, se celebra el Día internacional de la visibilidad bisexual. Este es el término con el que se define a mujeres u hombres que sienten atracción física, emocional y sexual por personas de ambos sexos.
La discriminación –dice Bernarda– sucede de forma estructural, incluso al interior de la comunidad Lgbti. “La propia población a veces discrimina a los bisexuales. Te dicen: defínete, decide. Pero ser bisexual ya es una decisión. Te puedes enamorar de un hombre, pero también de una mujer. No al mismo tiempo, eso ya es otra cosa y no se distingue, no se entiende, por eso se confunde”.
Como activista, la bisexualidad no ha sido tan compleja para Bernarda. Como abogada, considera que tiene el conocimiento que le ha permitido empoderarse de su orientación sexual. Actualmente tiene su propio estudio jurídico.
Sus parejas ¿cómo ven la bisexualidad? “Es difícil entablar relaciones emocionales fuertes cuando eres bisexual”, responde. “Las chicas lesbianas piensan que te vas a ir con un hombre y ellos piensan que somos promiscuas”.
Aunque tanto Carolina como Francisco entendieron su bisexualidad, en otros casos, cuando Bernarda ha tenido citas con hombres –asegura– ellos no la entienden y les cuesta explicárselo a otras personas. “Entonces prefieren no tener una relación estable con alguien bisexual”.
La conmemoración de la fecha surgió de la iniciativa de tres activistas bisexuales de Estados Unidos: Wendy Curry, Gigi Raven y Michael Page. Cansados de la discriminación generalizada hacia su grupo social, tanto por parte de heterosexuales como por la comunidad Lgbti, decidieron visibilizar el problema y pedir un cese a tanta intolerancia.
La primera y única investigación sobre población Lgbti en Ecuador, del 2013, señala que de 2 805 personas entrevistadas en Quito, Guayaquil, Portoviejo, Machala, Babahoyo, Ibarra, Santa Elena, Salinas, Libertad y Manta, 446 (15,9%) se identifican como bisexuales.
“Piensan que somos inestables, que no sabemos lo que queremos”, relata Bernarda. Sin embargo, actualmente ha logrado el respeto y comprensión de su madre. “Ahora sabe que la bisexualidad es una parte pequeña de lo que yo soy”.
“Soy hija, soy hermana, soy nieta, soy parte de una familia. Soy activista, soy abogada. Soy otras cosas además de ser bisexual”.