Varias decenas de personas protestaron en la ciudad de Iquique, a 1 800 kilómetros de Santiago de Chile, por la falta de ayuda tras el terremoto de 8,2 grados en la escala de Richter.
Este ocurrió el pasado martes y dejó siete muertos, varios heridos y graves daños materiales en el extremo norte de Chile.
En el 2010, el país había sufrido un terremoto de 8,8 grados, al que le siguió un tsunami que no fue alertado debido a fallas técnicas y que causó unas 500 muertes.
Sismólogos chilenos y del Instituto de Geología y Sismología de EE.UU. han advertido que este no fue el megaterremoto que desde hace años se espera, por la gran cantidad de energía que ha acumulado en 150 años.
El terremoto del martes fue seguido por fuertes réplicas, una de ellas de 7,6 grados, que obligaron a evacuar la costa dos noches seguidas. El viernes varias familias pasaron la noche fuera de su casa en zonas de seguridad, por temor a réplicas o por daños estructurales en sus casas.
La presidenta Michelle Bachelet, quien afrontó esta situación tres semanas después de iniciar su segundo mandato, aceptó que deberá ajustar su ambicioso plan de medidas para los primeros meses de Gobierno.
Las autoridades han explicado que los pequeños pueblos del interior de estas regiones desérticas del altiplano eran los más afectados por la precariedad de sus construcciones.