Terremoto en los Andes

Ecuador. El presidente Rafael Correa persiste en crear problemas a su Gobierno y a todos sus compatriotas. Acusar por injurias a Emilio Palacio por una columna publicada en El Universo es otra prueba de que no entiende que una de las labores claves de los periodistas, en una república democrática, es juzgar el trabajo de funcionarios públicos y no al revés.

Todavía no calmado este escándalo, Correa expulsó a la embajadora estadounidense, Heather Hodges, por el cable confidencial enviado al Departamento de Estado que ponía en entredicho la honorabilidad del jefe de la Policía. Washington, en represalia, declaró persona no grata al Embajador ecuatoriano e, inútilmente, se tensaron las relaciones entre ambos países.

Por qué Correa no manejó discretamente su molestia ante este wikileak, como el presidente mexicano, Felipe Calderón, en una situación parecida: con la renuncia voluntaria del embajador estadounidense Carlos Pascual. Después de todo, Ecuador utiliza la moneda de Estados Unidos, su principal socio comercial, y a ese país acude la intelligentsia profesional para perfeccionarse intelectualmente, como hizo el propio Presidente cuando estudiaba economía.

Perú. Las elecciones exponen que una parte sustancial del país no tiene convicciones democráticas o no entiende cómo se crea la riqueza y se combate la miseria. Por una punta del espectro político, la de Ollanta Humala, están los colectivistas, admiradores del chavismo y de la dictadura cubana, y por la otra, los seguidores de Alberto Fujimori, representado por su hija Keiko. Entre ambas fuerzas –discrepantes en lo económico, pero coincidentes en el desprecio a las formas democráticas en una verdadera república– suman casi el 50% del electorado. El dato es grave. Demuestra que la estabilidad del país y su espléndido crecimiento económico de la última década –con Alejandro Toledo y Alan García– no sirvió para convencer a la mayoría de que la democracia liberal es el modelo que debe mantenerse firme, si el país quiere encaminarse hacia el primer mundo, como Chile.

Venezuela. Hugo Chávez anunció la creación de una milicia de un millón de soldados. En realidad, esos ciudadanos se reclutarán entre los partidarios del chavismo. Será una tropa roja, rojita. La función de estos cuerpos paramilitares es asustar para obligar a obedecer al caudillo. A fuerza de golpes y atropellos, la sociedad baja la cabeza, se coloca de rodillas y aplaude. Esta es una mala noticia para los vecinos de Venezuela. Colombia tiene nuevas razones para preocuparse. Como música de fondo de esas aventuras podía oírse el paso de ganso de las milicias. Como ahora sucede en Venezuela.

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