El volcán Cotopaxi ha ocupado nuestra atención por mucho tiempo y existen razones de peso para hacerlo; sin embargo, hemos dejado en segundo plano el otro riesgo al que estamos expuestos los ecuatorianos: los sismos.
Iniciando este nuevo año, Esmeraldas fue sacudida fuertemente por un temblor de 5.3 grados en la escala de Richter, que se produjo a escasos 10 kilómetros de profundidad. La magnitud y su superficialidad hicieron que el sismo se sintiera en 10 cantones de la Costa y hasta en la Sierra centro y norte.
Esmeraldas volvió a sentir ayer otro sismo de menor magnitud: 3.6 grados, a 5.7 kilómetros de profundidad.
La ‘Provincia Verde’ es un caso importante, porque es una de las fuentes principales de generación de sismos, según el Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional. Está en la zona de subducción, donde la placa de Nazca siempre está ingresando por debajo de la placa continental. Como es un proceso geológico permanente, de hace millones de años, la frecuencia de los movimientos es constante.
Por esa naturaleza, el potencial de la zona de producir grandes sismos es alto, explica el Geofísico en su página de Facebook. Además, en este territorio han ocurrido los temblores más grandes que se han registrado en Ecuador.
La ocurrencia de los temblores en Esmeraldas no es para asustarse; más bien es una alerta para prepararnos, así como lo hemos hecho con el Cotopaxi. Si este volcán no se hubiera despertado, ninguno de los habitantes de Cotopaxi, Pichincha y Napo se estaría preparando para afrontar una eventual fuerte erupción.
La misma tarea es necesaria para el caso de los temblores y al menos Esmeraldas la desarrolla desde hace un quinquenio. Según los datos de los sismos que se produjeron en el siglo pasado, la ocurrencia de un evento destructor es cada ocho años. El último de este tipo que tuvimos fue en 1988 en Bahía de Caráquez (Manabí).