Santiago Zeas,
Corresponsal en Bogotá
Historias de recordados narcotraficantes, sensuales ‘prepagos’ (mujeres que ofrecen sexo a cambio de dinero) y despiadados sicarios saborean en estos días las mieles del triunfo en la televisión colombiana.
Sus relatos rompen niveles de sintonía, sus libretos se exportan para ser adaptados a otros países y sus contenidos levantan una inagotable polémica. Estos son los principales rasgos de las ‘narconovelas’, que se han ganado un lugar privilegiado.
Su éxito abrumador ha impulsado a Caracol y a RCN -las principales televisoras locales- a conceder especial importancia a su producción. Incluso los avances de sus capítulos llegan a presentarse como noticias en los espacios informativos de ambos canales. Por eso no resulta extraño que productores y guionistas exploren nuevos ángulos y personajes.
En estos días, son dos las ‘narconovelas’ que copan los principales espacios nocturnos. Caracol proyecta todas las noches ‘Las muñecas de la mafia’, donde bellas actrices recrean historias de las esposas de los mafiosos.
En esta guerra por la teleaudiencia, RCN tiene en ‘El Capo’ a su serie estrella, que es una suerte de reconstrucción de la vida del desaparecido narcotraficante Pablo Escobar, aunque con una estética más hollywoodense.
El origen y la polémica
En la década de los 90 las telenovelas colombianas se ganaron el reconocimiento mundial a partir de dos producciones. ‘Café con aroma de mujer’ (1994) fue la primera, con un éxito rotundo dentro y fuera del país. Después llegó ‘Betty la fea’ (1999).
Y si bien luego aparecieron otras producciones con acogida, quedó un espacio vacío hasta que en 2006 llegó ‘Sin tetas no hay paraíso’, basada en una novela con el mismo nombre. La historia de una adolescente que sueña con tener senos grandes y que para obtenerlos no duda en prostituirse con narcotraficantes generó una controversia inmediata.
En Pereira, la ciudad natal de la protagonista, sus autoridades y parte de la población protestaron, pues consideraban que la serie “dañaba su imagen”, al retratar la ciudad como un nicho de ‘prepagos’ y sicarios. Y fue entonces cuando empezó la discusión de si este tipo de novelas era en una apología del crimen.
Su éxito abrió la puerta a la producción de nuevas series, que llevan a la pantalla novelas que se han escrito sobre las vidas de narcotraficantes y mafiosos. Ese fue el caso ‘El Cartel de los sapos’; un camino similar siguió ‘Las muñecas de la mafia’, cuyo libro original se titula ‘Las fantásticas’.
Un reflejo de la cotidianidad
¿Por qué tienen éxito estas producciones? ¿Las ‘narconovelas’ son una defensa del estilo de vida mafioso? ¿Los televidentes se identifican y comprenden a sus personajes?
Estas son tres de las preguntas que flotan en la sociedad colombiana, donde hay quienes se escandalizan por la crudeza de los personajes y sus relatos.
Juan Camilo Ferrand, uno de los autores del libro ‘Las fantásticas’, está en el bando de quienes defienden a las ‘narconovelas’. Descarta que su producción televisiva sea una defensa a un estilo de vida al margen de la ley. Al contrario, tiene su propia hipótesis sobre la razón de su éxito. “A la gente le gusta que le muestren realidad, historias de la vida real y no (cuentos) de príncipes azules y de hadas”, afirma Ferrand, quien cree que solo se están contando historias hasta ahora ocultas.
En la misma línea proyectan sus opiniones varios de los actores de las ‘narconovelas’. Yuli Ferreira, de ‘Las muñecas de la mafia’, es una de ellas.
Por eso no duda en salir a los medios a decir que la serie sirve para advertir a las mujeres de los riesgos que corren.
Sin embargo, desde la academia colombiana hay un análisis más profundo de estas producciones y su conexión con el público.
Omar Rincón, crítico de TV y catedrático de la Universidad de Los Andes, explica que se debe tener claro que existen dos dimensiones de la ‘narconovela’.
Por un lado su categoría como productos audiovisuales de calidad. “Como tenemos un referente tan cercano por los personajes culturales del narcotráfico es fácil su interpretación, su ‘casting’ y sus producciones son buenas”.
La segunda dimensión es su concepto político y cultural de la sociedad. En ese punto, Rincón cree que detrás del ‘rating’ hay una suerte de “aceptación” del narcotráfico, en virtud de su cercanía y cotidianidad.
Por lo tanto, el crítico piensa que con este tipo de producciones cierto segmento de la sociedad colombiana en verdad está celebrando la imagen del narco. Incluso, sospecha que hay cierta identificación con la ética del narco, con esa ética del “todo vale”.
“Pero no porque salgan en televisión (estas series) vamos a ser más o menos narcotraficantes”.