Redacción Cultura
¿Se puede hablar de una cultura del narcotráfico?
Sí, hay una estética alrededor de este fenómeno, donde se vinculan factores como la opulencia, lo ‘kitsch’, de hacer visible y comprable todos los objetos. También se insertan elementos populares como la religiosidad y la fiesta.
En un análisis de la estructura narrativa de estos productos, ¿cómo se ve a los personajes?
El protagonista sería el antihéroe, quien con algo de sensibilidad organiza la vida de toda la comunidad. Mientras que en ese mismo grupo humano se halla su antagonista. Por ejemplo, en ‘El Cartel’ tenemos al Fresa y al Cabo, ellos son las fuerzas de esa lucha, se desplazan en el mismo bando con actitudes diferentes, para afianzar su posición.
¿POR QUÉ ESTÁ AQUÍ?
Su experiencia. Licenciado en Ciencias jurídicas y sociales. Catedrático de la PUCE desde 1999, en áreas de comunicación, lenguaje, ética y deontología.
Su punto de vista. Sin un diálogo sostenido, los productos mediáticos sobre narcotráfico podrían asimilarse como una lección de vida.
Pero el narcotraficante no llega a ser el villano…
Podría interpretarse como tal pero al final tiene ciertos complejos morales que trazan un puente paternalista con la comunidad. Sin embargo, con esas poblaciones accesorias se mantiene una doble vía, se las cuida, pero en ellas se lava el dinero.
¿Qué valores se aprecian en estos productos ?
Los narcotraficantes estarían al margen de la ley, pero ello genera una dinámica de valores internos a propósito de cubrir sus espaldas; por ejemplo, la lealtad firme, convencida y a costa de todo. Habría cierto pragmatismo: los valores que pongo en escena están en función de lo que me favorece o me perjudica.
También hay una banalización de la mujer…
Sí, se ven como objetos, como cosas comprables. Simplemente son percibidas desde su aspecto físico y desde lo que pueden hacer las cirugías y el dinero con su autoestima y la estimación de los demás, cuánto pueden proyectarse gracias a ello.
El papel de la familia cambia, ¿cuál es su lectura?
El ‘capo’ viene a ser la familia, existen vínculos cerrados en los que esta figura se convierte en padre y referente de una comunidad. Por otra parte, están los nexos familiares del narcotraficante, quien, totalmente perseguido y excluido de una sociedad, busca, cuida y protege sus lazos afectivos para, así, aplacar su soledad.
¿Los productos mediáticos que abordan el tema del narcotráfico constituyen una apología del delito?
Es complicado, porque se podría argüir que no hay libertad de expresión y se caería en una censura moralista. La cuestión es que este tipo de programas, sin que sean necesariamente prohibidos, se establezcan en una franja horaria, en la que sean vistos por personas que puedan discernir e interpretar las diferencias entre ficción y realidad. Dentro de lo que establece el Código Penal puede signarse como apología del delito, pero debería generarse un debate y construir televidentes críticos, que no asimilen estas series y telenovelas como una lección de vida.
¿Hay ese diálogo en el país?
De ninguna manera, más bien hay un prejuicio sobre las drogas, pues generan una idea de estigmatización tanto en el consumidor como en el traficante. No hay un diálogo sostenido, con opciones, sino un juicio moralista.
¿Cuáles son las implicaciones de estos productos en la sociedad ecuatoriana?
Aparentemente, la gente, sin estar inmersa en el debate, estaría a expensas de la legitimación de este tipo de discursos; es decir, la gente desde una visión simplista asumiría estas series de TV como su drama cotidiano.
¿Estos productos influyen en el consumo de drogas, en la delincuencia?
No sería una relación inmediata o mecánica. Si no hay un diálogo consistente pueden convertirse en modelos de vida. Los jóvenes son muy apegados a los medios, pero viven incomunicados con su entorno, piensa que si hablan de drogas con sus padres se establecerán solamente premisas morales, no hay transparencia para hablar de estos temas.
¿Cómo se manifiestan esos modelos de vida?
A partir del acceso al lujo, a la opulencia, a la vida fácil. En esos modelos todo es comprable y vendible. Si la gente mira eso y luego armoniza su percepción con el principio de que el éxito es un factor fundamental: los dos hechos se empatan.
¿Otro reflejo más de la realidad latinoamericana?
Casi siempre en el cine y en los ámbitos de la estética de la región hay un componente de la realidad en la ficción, tomando en cuenta esto como un producto cultural y comercial a la vez.
¿Por qué estos productos son objetos de consumo?
La gente con la visión actual es muy afecta a comprar crónica roja y busca escenarios donde se hablen de temas o de estratos no visibles, pero develados desde la escandalización. También cumple una funcionalidad política, ¿cuál es la necesidad de que un canal cree una agenda particular con programación continua, justamente ahora? Se podría pensar que no es algo fortuito.