Electrodomésticos y línea blanca están entre los productos que los ecuatorianos compran con tarjeta de crédito. Foto: Vicente Costales / EL COMERCIO
En los últimos diez años, la tasa de interés que cobran los bancos para tarjetas de crédito ha variado poco. Desde el 2009, cuando el Gobierno fijó segmentos crediticios y topes máximos para los intereses, el segmento de consumo ordinario, que abarca a las tarjetas de crédito, ha tenido una tasa de interés promedio de 16,40%.
En la última década, las tasas de interés máximas para créditos de consumo con tarjetas de crédito cambió tres veces. Desde el 2015, el tope se mantiene en 17,30%.
Un estudio publicado en julio por la Asociación de Bancos Privados del Ecuador (Asobanca) señala que el interés para el crédito de consumo es uno de los que ha permanecido más cerca a los techos fijados por el Gobierno y casi no han tendido a la baja.
Entre el 2009 y el 2019, las diferencias entre el límite máximo y la tasa promedio que cobran los bancos privados ha oscilado entre 0,31 y 1,07 puntos porcentuales.
Julio José Prado, presidente de Asobanca, cree que el precio del dinero en el país debería variar en función de tres elementos: el plazo, el costo que implica para la entidad otorgar el crédito y el perfil de riesgo de quien lo recibe.
Pero añade que la fijación de topes máximos, a cargo de la Junta de Política y Regulación Monetaria y Financiera, distorsiona esa dinámica.
Prado detalla que esas restricciones obligan a las entidades a mantenerse siempre cercanas a los techos porque los clientes con mejor perfil, que podrían tener tasas más bajas, tienen que pagar un valor más alto para compensar a clientes con perfil de riesgo más alto, quienes debieran cancelar tasas por encima del límite.
Otro efecto de poner límites al interés en el negocio del dinero plástico es que las entidades se han concentrado en otorgar más crédito a los clientes con mejor perfil, que son buenos pagadores, explica Alain Broos, vicepresidente de Tarjetas de Banco Guayaquil. Pero eso significa que las entidades dejan por fuera a personas con perfil muy riesgoso, por ejemplo, a quienes no tienen historial crediticio.
Según datos del buró de crédito Equifax, hasta febrero de este año, 359 874 personas tenían más de tres tarjetas de crédito; esto es, 39 895 más que en igual mes del 2018.
Adriana Cedeño cuenta que el jueves pasado recibió una llamada en la que le ofrecieron una tarjeta Diners Club con un cupo de USD 3 030. Esta sería su segunda tarjeta, pues ya cuenta con una Pacificard.
Jorge Saa, miembro de la Federación Latinoamericana de Bancos (Felaban), explica que el crédito de tarjetas no es costoso para el banco, ya que se otorga más en zonas urbanas, pero sí es riesgoso.“Las personas no ven que el pago de la tarjeta sea una prioridad, algo que no ocurre cuando se cancela la cuota de la casa. Los clientes con dificultades económicas no priorizan el pago de las cuotas y caen en mora”.
Saa señala que en los países de la región donde no hay topes, cada ente define las tasas de interés en función del riesgo. En Colombia, cada banco tiene una tasa diferente que varía según el plazo.
Sonia Zurita, docente de la escuela de negocios Espae, explica que en un mercado con tasas liberalizadas cada banco tendría la posibilidad de especializarse en el tipo de crédito y competir con tasas más bajas para ganar más clientes.
En EE.UU., la banca ofrece tarjetas para estudiantes y cobra una tasa promedio de 17,69%, al 14 de agosto, según el portal especializado Creditcards.com. En el nicho empresarial, el costo del interés era de 15,55%, mientras que el promedio nacional de la tasa de tarjetas era de 17,71%.