Redacción Espectáculo
Sweeney Todd retoma la leyenda de un barbero inglés que, motivado por la venganza, degollaba a sus clientes y se deshacía de sus cuerpos gracias a los pasteles de carne que cocinaba su vecina.
El argumento perduró en el tiempo a través de las luminarias de Broadway y de proyecciones cinematográficas, la más reciente dirigida por Tim Burton (2008).
Si bien el lenguaje cinematográfico le dio posibilidades a Burton para representar el universo del barbero demoniaco en un filme que dio un nuevo rostro al musical, un mundo propio se creó en el montaje que la Fundación Teatro Nacional Sucre estrenó el jueves. La Fundación compró los derechos de autor de la Music Theater International y de la traducción al español.
Con la propuesta escénica de la ecuatoriana Chía Patiño y bajo la dirección musical del estadounidense Ray Fellman, ‘Sweeney Todd, brutal barbero de Fleet Street’ va más allá de presentar la venganza, la crueldad y la sangre.
La pieza refleja cómo una sociedad guiada por el abuso de poder, la injusticia y la corrupción llega a destrozar la conciencia y la convivencia de quienes la integran.
Programa de mano
Las funciones se repiten hoy, a las 20:30, y mañana, a las 18:30, en el Teatro Sucre.
El costo de la entrada es de USD 60, 40 y 20. En las boleterías del Teatro y en Ticket Center – CCI.
Entre los créditos del espectáculo figuran artistas de EE.UU., Grecia, Venezuela, Colombia y Chile.
El trabajo complemento aspectos técnicos e interpretativos. La escenografía alcanza un alto nivel, tanto en su concepción y realización, como en su funcionalidad dentro de la pieza. La pastelería, la trastienda, los balcones, las terrazas y las escaleras se sostienen en una estructura móvil, cuya ubicación varía según los requerimientos de la escena. Además, la puesta en escena juega con varios niveles y permite un desplazamiento ágil, cuyo orden, en momentos, queda en entredicho por la acumulación de gente sobre el escenario.
El diseño de iluminación se hermana con las variaciones musicales. A través del uso del color, las sombras y la dirección de la luz se logran atmósferas y cuadros de exacta composición. El brillo de la navaja y la luz roja (en referencia a la sangre) se conjugan con sombras sobre un fondo azulado, que evocan al pasado.
En cuanto a lo musical, se consiguió ejecutar las complejas disonancias de la partitura, tanto con Fellman como con la griega Vasiliki Tsouva, asistente. Hay momentos de emotividad y diversión, que provienen de las partes cantadas con letras inteligentes, que aportan en las acciones.
Casi siempre, en obras de este género, la interpretación actoral se supedita al desenvolvimiento vocal o a la grandilocuencia del decorado. El elenco de este montaje, salvo las constantes (pero necesarias) miradas a la batuta del director musical, conserva equilibrio y regularidad. El Coro Mixto Ciudad de Quito conforma el equipo de figurantes y los integrantes de la Compañía Lírica nacional son los solistas secundarios. El barítono costarricense Fitzgerald Ramos conserva el gesto frío del barbero Sweeney Todd; desde su voz arma un personaje que encuentra en el asesinato la fuga de su dolor interno.
Para la caracterización de Mrs. Lovett alternan Elena Vargas y Ma. Fernanda Argotti. La primera con formación actoral desarrolla juegos corporales y gestuales que, sin descuidar la interpretación vocal, suman en la construcción de su personaje. La voz de Argotti dibuja el carácter de la pastelera.
Todo el montaje de la FTNS, que escasamente se presenta cuatro noches, procede de un minucioso trabajo de producción, un área que es muchas veces descuidada en las artes escénicas del país. “Hemos negociado de maneras múltiples y graciosas con los artistas internacionales, pero todos tenemos la convicción de dar algo de alta calidad”, dice Fabiola Pazmiño, la productora. Y concluye: “Son solo cuatro días, tanto por los altos costos, como por la inestabilidad del público”.
Punto de vista
Genoveva Mora/ Crítica
Un equilibrio a nivel dramático
Es un buen trabajo que logra equilibrar algunas desigualdades a nivel actoral, por ejemplo, Elena Vargas, como Mrs. Lovett, se lleva el gran peso dramático, pero hay una mezcla justa con los cantantes líricos. La iluminación mostró cambios bruscos, mientras que la escenografía manejaba bien el movimiento dentro de un espacio reducido. Se lograron atmósferas de un musical con personajes. Salí satisfecha.