El soterramiento de cables en Quito se detuvo 2 años por falta de un plan

En la calle Ramírez Dávalos, centro-norte del Distrito Metropolitano de Quito, los cables de electricidad y de telecomunicaciones saturan los postes. Foto: Pavel Calahorrano/El Comercio

En la calle Ramírez Dávalos, centro-norte del Distrito Metropolitano de Quito, los cables de electricidad y de telecomunicaciones saturan los postes. Foto: Pavel Calahorrano/El Comercio

En la calle Ramírez Dávalos, centro-norte del Distrito Metropolitano de Quito, los cables de electricidad y de telecomunicaciones saturan los postes. Foto: Pavel Calahorrano/El Comercio

El tema no quedó enterrado. En los últimos dos años, no se han iniciado nuevos proyectos para continuar con el soterramiento de cables en Quito. Estas extensiones de cables negros colocadas entre los postes, que forman verdaderas ‘telarañas’, saturan a cerca del 90% de la ciudad.

Esto ocurre a pesar de que en tramos de la av. Naciones Unidas, La Mariscal, la av. República de El Salvador, Cotocollao, la av. Napo, la 24 de Mayo y la Colón, los cables están bajo tierra.

Esta es una realidad que se concentra en menos del 10% de la superficie total de la parte urbana. A lo largo de la avenida De la Prensa, la Real Audiencia, la Machala y la Brasil, los cables se enredan en los postes a tal punto que, en algunos casos, pareciera que van a tumbarlos.

Josefina Ríos vende caramelos cerca del Parque Inglés. Cuenta que dos veces se han producido explosiones en las cajas negras de los cables. Teme que en un aguacero, alguna desgracia ocurra. La misma preocupación tiene Marlene Cajas, en las avenidas Del Maestro y Real Audiencia.

Recuerda que uno de sus vecinos perdió la vida al izar la bandera un 24 de mayo por culpa de los cables. Ella abre su ventana y lo primero que ve son 21 cables a menos de un metro y medio de distancia.

Hay barrios en el sur, como Solanda, donde ya no hay dónde poner un cable más. Los postes están totalmente saturados.
Según explica Jacobo Herdoíza, secretario de Territorio, Hábitat y Vivienda, la anterior administración no dejó aprobado el proyecto que tendría que haberse desarrollado en el 2015.

Por eso -explica-, la suspensión del soterramiento se debió básicamente a la falta de planificación. La Ordenanza 22 determina que el Municipio debe planificar, cada tres años, las líneas urbanas y los polígonos en los que se trabajará para mejorar el espacio público, lo que implica soterramiento.

Según Jorge Albán, concejal de la anterior y de la actual administración, hubo sectores donde se iniciaron estudios para llegar con el soterramiento, pero no se los ha concretado, como en La Floresta, el Comité del Pueblo, la tercera etapa de La Mariscal, el acceso a la González Suárez y la Villa Flora.

Esas zonas forman parte del actual cronograma. En lo que va del año, la Secretaría de Territorio ha trabajado en la realización de estudios para emprender un nuevo programa que libere de los cables aéreos a al menos 30 km más de vías.

Se intervendrá en polígonos en Iñaquito y donde se levantarán las 15 estaciones del Metro. Asimismo, en ejes donde se concentra transporte público, como la av. Maldonado, parte de la Simón Bolívar, la Mariscal Sucre y la Galo Plaza.

Desde el 2011, cuando se inició el programa de soterramiento, hasta el año pasado, se intervino a lo largo de 60 km de vías en la capital. Cada metro lineal de obra básica de soterramiento (sin mejoramiento del espacio público ni reemplazo de cables), le costó solo al Municipio, USD 300. Es decir unos USD 18 millones.

Herdoíza sostiene que el costo de estos trabajos es elevado, por lo que el financiamiento se debe realizar con alianza público-privada, entre las operadoras eléctricas y de telecomunicaciones. Una vez que el plan esté aprobado, se podrá firmar los convenios con las empresas. Al momento, la Secretaría de Territorio está concluyendo el modelo de sostenibilidad económica, y espera que esté aprobado a finales de año.  

Los beneficios

Lo fundamental es, según Carlos Baraja, docente urbanista de la PUCE, que los nuevos proyectos habitacionales contemplen el soterramiento, pese a que encarece el costo. El m2 de urbanización bordea los USD 40, dependiendo de la zona, mientras que soterrando los cables, alcanza los USD 50.

Con el soterramiento, no solo se privilegia la parte urbanística, sino que se mejora la accesibilidad para personas con discapacidades. En la República de El Salvador, por ejemplo, hay un revestimiento del piso que tiene una textura diferente que anuncia a una persona no vidente si se va a llegar a una calle o a un obstáculo. Baraja explica que funcionan a manera de señales para los bastones. Además, se beneficia el peatón y es clave en la creación de ciudades inteligentes.

La seguridad es otro de los beneficios del soterramiento. Según el Cuerpo de Bomberos del Distrito, de enero a julio de este año, se atendieron nueve emergencias relacionadas con electrocuciones. Mientras que en el mismo período del año pasado, se registraron seis.

Cristian Rivera
, del COE Metropolitano, señala que los sectores donde ocurre un mayor número de accidentes relacionados con electrocuciones de este tipo son Solanda, Turubamba, la Bota, Carapungo y el Comité del Pueblo. Con frecuencia, las víctimas son profesionales de la construcción que topan con varillas. Solo en los últimos 15 días se registraron dos casos en el sur de Quito.

Barcelona y Medellín son dos de las ciudades donde el soterramiento de cables forma parte de una política estatal.
En Bogotá, el soterramiento permitió adecuar incluso acceso a tomas de 220V y de gas.

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