La imagen de la mujer de cabello cano recogido, valiente frente al policía que la fotografiaba, se regó en las redes sociales la noche del jueves 25 de junio. En la marcha contra el régimen de Rafael Correa, ella se encontró con el cerco policial a pocos pasos de la Plaza Grande y encaró al agente que hacía fotos de los manifestantes.
La Policía está llamada a preservar el orden público. En ese sentido, en las protestas que se desarrollan desde el 1 de junio en Quito se consolidan estrategias. Los agentes filman y fotografían a los manifestantes para crear un archivo, según ha admitido el director de Operaciones de la Policía, Lino Proaño.
¿Un archivo? Esa base de datos, que ha de esperarse no servirá como instrumento de persecución política, laboral ni económica, es una herramienta de amedrentamiento. Igual que lo es la advertencia de actos vandálicos en las marchas contra Correa, incluso con “explosivos”, propagada desde el micrófono del Gobierno un día antes del 25 de junio.
Sí. Amedrentamiento. Como el penoso papel de un canal de TV público al difundir las conversaciones privadas de WhatsApp y Telegram de personas que se organizaban para las manifestaciones. El Código Penal tipifica como delito (1 a 3 años de cárcel) la violación de la intimidad, al acceder y publicar comunicaciones particulares de otra persona sin su consentimiento o sin autorización legal.
Lo del ECU-911 solo es una desafortunada coincidencia, pero de gravedad no menor. La noche del jueves 25 dijo en su cuenta de Twitter que “miembros de @Cruzrojaecuador reportan personas armadas en la marcha que se desarrolla en el Centro de Quito”.
La reacción de Cruz Roja, un cuerpo humanitario neutral en conflictos, fue inevitable, con su “total rechazo y protesta” al mensaje del sistema ECU-911, ente creado por el Gobierno. “Actos como este ponen en riesgo la vida de nuestros voluntarios por lo que exigimos aclaración pública al @ECU911Quito”.
Sospecha, espionaje y delación son la ruta contraria hacia el encuentro y la paz, en tiempos en que se echa de menos saber escuchar.