¿Son los restos de Eugenio Espejo?

Carlos Freile

En 1990, el Arq. Alfonso Ortiz C., conocedor de mi dedicación a estudiar la figura del Precursor, me envió copia de una investigadora que afirmaba que en 1974 había descubierto los restos de Espejo en la cripta de San José del Tejar, y “por razones de seguridad, los llevé a la Maestranza del Ministerio de Defensa Nacional, recibí órdenes superiores (por escrito) de que cambiara los restos por otros parecidos, y de que los guardara a buen recaudo....

Es decir, que los Señores Militares que me ordenaron que cambiara los restos estaban convencidos de que “Legítimamente eran (sic) los restos del Dr. Espejo”...”.  

Contesté al Arq. Ortiz lo que cualquier investigador: que era indispensable realizar análisis, por peritos reconocidos, de los propios huesos de la caja en que habrían reposado, de la placa que identificaba los restos... Todavía me llama la atención que la señora investigadora hubiese esperado desde 1974 a 1990 para avisar de su descubrimiento.

¿Qué estudios se hicieron? ¿Cuántos especialistas participaron en la autenticación? ¿Por qué no se lanzó la noticia como merecía?

Por estos y otros argumentos que me reservo, debo alertar al mundo académico sobre esos supuestos restos de Espejo.

Su memoria ya ha sido suficientemente vejada por los carroñeros de la historia que buscan engordar con memorias adulteradas y manoseadas.

Revolución cultural y campaña anti Correa

Miguel A. Molina V. 

Frente a la campaña mediática contra el Gobierno y el proceso político actual, me quedo ampliamente con la campaña cultural por el mes de agosto, año del Bicentenario.

Sobrio, impresionante y magnífico, son definiciones para el pregón de la noche del 1 de agosto en la Plaza Grande.

Quienes presenciamos el programa aplaudimos la representación artística de nuestras historia y de nuestra lucha como pueblo por la libertad; esta  palabra compleja pero al final y desde nuestra interioridad ansiosamente anhelada.

Nosotros estamos obligados a construir y avanzar hacia una revolución educativa y cultural para fortalecer un modelo económico, social, cultural y político inclusivo y equitativo, que viene  respaldado con el esfuerzo, los ideales y la sangre de nuestros próceres  que hicieron su tarea en la época de la independencia y que hoy también existen aunque sean vistos como “peligrosos”, como en su tiempo fueron desdeñados y perseguidos por los españoles.

Con las debidas distancias y en la situación actual, estos ciudadanos creen profundamente en sus sueños y trabajan por conceptos como democracia participativa, igualdad y derecho a la educación y la cultura para todos.

DE UNA FAMILIA Y UN MONUMENTO

Bernarda Mena

Durante su destierro en Costa Rica (1893 - 1895), el general Leonidas Plaza Gutiérrez conoció a Lorenzo y Francisco Durini Vassalli, arquitectos suizos responsables de la construcción del Teatro Nacional de San José, obra que, según cuenta la historia, fascinó al General y por ello los invitó a venir al Ecuador.

El legado arquitectónico de los  Durini Vassalli es muy rico en toda América, donde construyeron innumerables monumentos históricos y varios edificios emblemáticos durante la segunda parte del siglo XIX y primera del XX.

Francisco Durini Vassalli llegó a Quito en 1902 para ejecutar la obra de canalización, agua potable y fluido eléctrico de la ciudad. Su hermano Lorenzo, quien garantizó esa obra, vino a Quito, junto con sus hijos, Francisco y Pedro Durini Cáceres, el 30 de enero de 1904.

En la Presidencia del general Eloy Alfaro se crea el ‘Comité 10 de Agosto’ que debía contratar la construcción del Monumento a los Héroes de 1809. En 1894, el Gobierno del Ecuador había encargado al artista italiano Juan Bautista Mingghetti el diseño del Monumento y en 1904 el Comité adjudicó su construcción a la empresa de Lorenzo Durini Vassali y su hijo Francisco, ‘L. Durini e Hijos’.

La construcción del Monumento no fue tarea fácil, pues se debía traer los materiales desde Europa y los viajes se dificultaban debido a las distancias, la topografía y demás desafíos que la época presentaba.

Por ejemplo, los Durini tuvieron que enviar a Italia un cóndor embalsamado que serviría de diseño para que los fundidores del bronce, que jamás habían visto uno, pudieran tomarlo como modelo.

El cóndor embalsamado arribó a Italia un tanto maltrecho y según las anécdotas de la familia, el cóndor en bronce que resultó de ese maltrecho modelo, nunca gustó a Francisco. Pero los Durini se comprometieron a entregar el monumento el 10 de Agosto de 1906 y así lo hicieron. Hay varias anécdotas que se sucedieron ese día.

Una de ellas da cuenta del tremendo susto que se llevaron los presentes cuando, al quedar atascada la Bandera Nacional en la Estatua de la Libertad, el monumento se movió.

Es que los Durini, al percatarse que Quito era ciudad propensa a movimientos telúricos, hicieron que el monumento fuera, lo que hoy conocemos como, antisísmico. 

Mientras en Quito, Lorenzo Durini Vassali y su hijo entregaban al Gobierno del Ecuador el Monumento a los Héroes de 1809, en México, su hermano Francisco entregaba al Gobierno mexicano, el monumento a Benito Juárez.

En 1911, Francisco también entregaba  el Monumento a los Próceres de la Independencia al Gobierno de Honduras. Murió en Guatemala en 1920, dejando varias obras en ese país. Lorenzo Durini Vassali murió a los dos meses de terminado el Monumento a los Héroes de 1809.

Su hijo Francisco Durini Cáceres se radicó en el Ecuador donde dejó una vasta colección de obras arquitectónicas. Su hermano Pedro, fundó en Quito el ‘Polo Club’ y el ‘Andes Tennis Club’, hoy conocido como el ‘Quito Tennis y Golf Club’, murió en 1912 durante las guerras alfaristas con el grado de capitán.

Según contaba mi abuela, fue su padre, Francisco Durini Cáceres quien descubrió las dotes para el dibujo del  nieto de uno de sus  hábiles maestros artesanos.

El niño, de origen indígena, dibujaba a la perfección sobre cal y arena los capiteles y ángeles que Francisco diseñaba para las edificaciones y mausoleos que se le encargaba construir para familias prominentes y para el Estado. El nombre de este pequeño genio era Oswaldo Guayasamín.  

IZAR LA BANDERA DE LA LIBERTAD

Jaime G. Albuja B.

El 10 de Agosto izaré la bandera en mi hogar, sin duda alguna voy a mirar con nostalgia que en mi barrio seré uno de pocos, que en la ciudad serán mucho menos, y que en el país, este número será insignificante. Pero al contrario de esta realidad, abundarán los discursos, las ceremonias, los collares, las bandas, los revolucionarios, los mecenas y los mesías, “último día de despotismo y primero de lo mismo”, solo han cambiado las épocas, los apellidos y los faunos.

Estos tiempos poblados de recursos mediáticos, de dobleces en los actos y en las conductas, y de abundantes mentiras, solo hay cabida para que se vea con claridad el festín y el triunfo de los pecados capitales: avaricia, envidia, pereza, gula, lujuria, soberbia e ira, y los dueños de estos pecados, no es que han cedido a las tentaciones de estos excesos, no creo, son parte de ellos.

Simplemente y con audacia se mimetizaron en discursos patrióticos en todos los tiempos, se parapetaron en mujeres y hombres apasionados por la patria, se negaron a enfrentar el peligro y al sacrificio cuando sonaron las trompetas de la guerra y se escudan en oraciones en las que dicen a su pueblo amar.

Los gobernantes de turno no deberían serlo si tienen castración de valores o carecen de firmeza para enfrentar la corrupción de  sus huestes, deberían  renunciar a estos retos, o asumir su papel de líderes, con el único propósito de servir, de trascender, de luchar y vencer a la injusticia en donde ella exista, y comulgar diariamente con la filosofía de la vida, en donde todos los seres humanos no solo vean o escuchen, sino que sientan lo que es nacer, vivir y morir con dignidad.

El 10 de Agosto de hace 200 años debe juntarse con este  lunes para iniciar una independencia que sea un hecho histórico y no el hálito que dejan los ‘sepulcros blanqueados’.

CREER EN LA SIP, POR CONVENIENCIA

Jorge A. Gallardo Moscoso

Resulta insólito, por decir lo menos, que el gobierno del presidente Rafael Correa, a través de su secretario de Comunicación, Fernando Alvarado, presente una denuncia -en este caso contra dos periodistas de diario Expreso- ante la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP).

Y lo es porque, repetidamente, el mandatario ecuatoriano ha descalificado a este organismo internacional, acusándolo de ser representante de las “vacas sagradas” y dueños de los medios impresos, inclusive alguna vez los mandó a sus directivos a que “ganen una elección” por lo menos, para, quizás, allí sí, otorgarles algún derecho a opinar sobre las -tan conculcadas, sin duda- libertades de prensa y de expresión en el Ecuador.

Claro, no es la primera ocasión en la que el Presidente incurre en lo paradójico, pues varias son las veces en que para referirse a sus opositores político, se vale de los mismos periódicos a los que censura para recordar lo que éstos decían de ellos.

REGULAR CONTENIDOS ES OTRA INQUISICIÓN

Estuardo Gualle Bonilla

La libertad de expresión no solamente está consagrada en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y en la Carta Política del Ecuador,  sino que además es consustancial al ser humano.

Por aquella  razón las ciencias, el arte, la tecnología, la conquista del espacio, el internet, han tenido en los siglos XX y XXI un avance vertiginoso que han globalizado al mundo.

De allí que  pretender regular el pensamiento y sus contenidos es volver al pasado ya superado como fue la terrible inquisición.

Quito, Luz de América, el 10 de Agosto de 1809, y el 2 de Agosto de 1810 encendió la llama de ser libres, y un 9 de Octubre de 1820 Guayaquil ‘ Por la Patria’ reafirmó nuestro irrenunciable derecho de ser libres y no esclavos.

Por ello que nadie por poderoso que se crea puede volver encadenarnos, por eso nuestro sagrado Himno Nacional, en la estrofa VI dice:

“Y si nuevas cadenas prepara la injusticia de bárbara suerte, ¡gran Pichincha! prevé tú la muerte de la Patria y sus hijos al fin”.

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