La llamada solvencia testicular no solamente está de moda, sino que es uno de los valores preponderantes en Ecuador desde hace rato. Es que hay que ser bien varón. Hay que ser macho. Hay que ser macho alfa. Hay que atropellar. Hay que pasar a la brava por encima de todo escollo, de todo obstáculo. Si el escollo o el obstáculo es la ley, cuanto mejor. Hay que ser aficionado a las armas de fuego y, si es necesario, blandirlas en público y a plena luz del día. Hay que hablar claro y fuerte, decir las cosas por su nombre y sin ambages. Hay que pisar aún más fuerte, hacerse sentir. No hay que dialogar porque no hace falta. Consensuar es para los débiles de carácter. Encontrar puntos comunes es para invertidos.
Esto de la solvencia testicular – un valor a medio camino entre lo fálico y lo seminal- no es producto de la llamada revolución ciudadana, para ser justos. Está presente, por el contrario, desde hace décadas pero se ha asentado en los últimos tiempos. La solvencia testicular ha terminado por formar –desde hace tiempos, otra vez- una impronta en nuestro carácter nacional. El solvente testicular es el que más toma. El solvente testicular es el que más rápido maneja, el que no se deja rebasar, el que no para en los semáforos en rojo. El solvente testicular no se deja sorprender por las autoridades. El solvente testicular está de vuelta mientras usted y yo, iluso lector, estamos de ida. El solvente testicular se rodea de los mejores amigos, tiene los mejores contactos, consigue lo que se propone.
El solvente testicular, por sobre todas las cosas, es el más templado del rebaño, el que más grita, el de la voz más ronca, el más amenazante, el de mirada más penetrante y ceñuda. El solvente testicular es mucho más que el añejo y anacrónico vivo criollo, al que el limeño Salazar Bondy describió con agudeza como “Es el comerciante o proveedor que sisa en el peso, el funcionario que vende el derecho, el abogado que se entiende con la parte contraria, el prefecto que usa el mando en beneficio personal, el cura que administra los sacramentos como mercaderías, el automovilista que comete la infracción por simple gusto, el alumno que compra el examen, el jugador de dados cargados… todo el que obtiene, en resumidas cuentas, lo que no le pertenece o le está vedado por vía lícita pero ingeniosa, debido a lo cual el hecho es meritorio”. Para el solvente testicular la viveza criolla es signo de debilidad de carácter.
Mientras la solvencia testicular se destila y se asienta sin problemas, nos hemos convertido en una sociedad que, últimamente, resuelve sus problemas a empujones y codazos. El más prepotente siempre gana la partida. El más musculoso siempre mete más miedo.