Soluciones a la inseguridad ciudadana

La inseguridad no es un fenómeno exclusivo de Quito, Guayaquil, Manta u otras urbes del país. El mal se expande cada vez con mayor fuerza en América Latina y a esto se deben significativas transformaciones arquitectónicas en las ciudades con mayor concentración poblacional de la región.

El incremento real de los actos delictivos y la percepción de la población en torno a su fragilidad frente al crimen ocasionan cambios que van poniendo obstáculos a la posibilidad de una fluida coexistencia social.

Como consecuencia del progresivo crecimiento en el número de hechos violentos, zonas y barrios acomodados se amurallan y se segregan a sí mismos, mientras el resto de la población, en especial la más pobre, se debate en la angustia y el desamparo porque no tiene maneras para defenderse por sí misma.
La inseguridad, por tanto, impide la interacción social, termina militarizando las ciudades y reduce la calidad de vida de la población. Al igual que en países vecinos, en Ecuador también es un problema de múltiples dimensiones con impacto en la vida ciudadana.

Se trata de un problema crucial que, sin embargo, ni el poder político nacional ni los poderes locales han podido enfrentar con éxito.

Un obstáculo es el de ciertos enfoques privados que tienden a incrementar el problema en lugar de mitigarlo, pero también lo es la falta de sensibilidad de la
Asamblea para actualizar normas penales y hacer más eficaz la acción de los jueces, así como la necesidad de que el Gobierno reflexione sobre los alcances de la política de fronteras abiertas para ingresar al país, pues las buenas intenciones de mejorar el libre flujo pueden convertirse en oportunidades para quienes buscan delinquir.

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