Los soldados imponen el orden en el sur
Concepción. DPA y Reuters
Comandos militares con puentes mecano, bencina y alimentos iniciaron ayer junto a cuadrillas civiles la reconstrucción del sur de Chile.
Una caravana de 50 camiones con material de construcción y vituallas ingresó a la ciudad de Concepción, epicentro del terremoto del sábado, que ya suma 795 muertos contabilizados y un número aún desconocido de desaparecidos.
Hombres, mujeres y niños suben a los techos de sus casas y botan murallas, en un intento por recomenzar sus vidas, interrumpidas por la furia de la naturaleza y los saqueos que luego asolaron Concepción, Lota, Coronel y Tomé, entre otras urbes.
“Hay que echar todo abajo y empezar de nuevo”, dijo Pedro Sánchez, un habitante del pueblo costero de Cobquecura, el epicentro mismo del sismo de magnitud 8,8 en la escala abierta de Richter que remeció Chile.
En esa localidad y en los pueblos campesinos aledaños, la normalidad vuelve a reinar, a diferencia de lo que ocurre en Concepción, la capital regional, donde el despliegue de militares y el toque de queda aún son necesarios para controlar la situación.
La propia presidenta Michelle Bachelet, fuertemente criticada por la lentitud con que el gobierno desplegó a las FF.AA, viajó ayer a la ciudad de Curicó, cuyo casco antiguo está en los suelos.
“Estamos llegando a todas partes”, aseguró la Mandataria, quien ayer recibió a la secretaria de Estado de EE.UU., Hillary Clinton.
Hay barcazas en Iloca, Duao y Cobquecura (...) hay que tener paciencia”, insistió Bachelet.
Pero la tarea será titánica. El Gobierno calcula que 500 000 casas fueron seriamente dañadas por el movimiento telúrico y el tsunami que luego afectó a las costas.
En total, una extensión de 1 600 kilómetros fue remecida por el fuerte sismo.
La propia Policía se comunica enviando mensajes en papel con lugareños que viajan de un pueblo a otro, en zonas como Coelemu y Cobquecura. “Así estamos”, dijo el cabo Jorge Bustos. Otra tarea es la de garantizar los alimentos, tras el saqueo de comercios.
“Hoy estamos en condiciones de entregar 240 000 raciones, para posteriormente llegar a 600 000”, a través de los colegios, aseguró la ministra de Educación, Mónica Jiménez.
Las cifras son enormes y por lo mismo muchos pobladores no ven horizonte y claman más ayuda. “Necesitamos alimentos pañales y carpas. Estamos durmiendo en cerros, a la intemperie”, reveló Sergio Veloso, dirigente vecinal de la isla Santa María, arrasada por el tsunami.
El paso de las horas y los problemas que aún persisten en suministro de luz, agua y alimentos parecen confirmar las críticas a la reacción del Gobierno y las Fuerzas Armadas, una de las más poderosas de Sudamérica. El general de Ejército Guillermo Ramírez, quien debió tomar el control militar de la región del Bío Bío, reconoció ayer que la autoridad demoró en actuar.
El terremoto se produjo en momentos en que la economía más estable de América Latina trataba de recuperarse de una recesión causada por la crisis financiera global y esperaba crecer este año entre 4,5% y 5,5%.
Ayuda del Perú
El presidente de Perú, Alan García, entregó ayer personalmente a Chile insumos para ayudar a su vecino a levantarse del terremoto. En un mensaje que contrastó con diferencias históricas, llamó a fraguar la unión.
Cientos de turistas chilenos estaban ayer varados en ciudades como Cancún, en México, y Río de Janeiro, en Brasil, a la espera de que los vuelos hacia su país sean reanudados tras el terremoto que tres días antes devastó buena parte de Chile.