Refugiados sirios acampan en un parque en Montevideo (Uruguay). FOTO: JUAN IGNACIO MAZZONI / EFE
Manzur es un niño de 13 años que nació en la ciudad de Alepo, pero desde que estalló la guerra en Siria es uno de los tantos refugiados que se afincó primero en el Líbano y desde hace un año en Uruguay. Ahora juega al fútbol con otros niños sirios en la céntrica plaza Independencia de Montevideo, frente a la sede del gobierno, donde los adultos decidieron acampar para exigir que se los devuelva al Líbano.
“Yo estudié hasta sexto grado de la primaria”, cuenta Manzuren un casi perfecto español que asimiló desde el 9 de octubre del 2014, cuando el gobierno del entonces presidente José Mujica le ofreció asilo a 42 sirios.
Manzur es comunicativo, pero acepta conversar pocas cosas. Con una sonrisa y un gesto de resignación dice que le gustaba la ciudad de Juan Lacaze, donde estaba viviendo, “pero a los grandes no”. Abandona la conversación y se va corriendo a jugar con los otros niños, cuyas edades oscilan entre uno a 14 años, mientras los mayores los vigilan, otros descansan en una pequeña carpa, y los restantes conversan con allegados y curiosos.
El traductor se muestra reacio a atender los requerimientos de la prensa y se limita a repetir, con desgano, que “no hay novedades” sobre la situación, aunque el problema podría resolverse esta semana.
Los refugiados sirios, que luego de un período de adaptación fueron alojados en diversas localidades de Uruguay, no están conformes con la vida que llevan y aseguran que se les prometió otra cosa. Consideran además que la vida es muy cara en Uruguay. Uno de los adultos comenta, informalmente y en un precario idioma español, que había conseguido un trabajo pero que le pagaban unos USD 400.
“Y una familia, con 12 hijos, no puede vivir con ese dinero”, se queja el hombre, mientras camina ansioso por el espacio que ocupan en la plaza pública uruguaya y cada tanto, habla nerviosamente por teléfono.
El campamento de los sirios y sus reclamos para irse de Uruguay han generado comentarios de todo tipo en las redes sociales. Desde críticas hasta el apoyo incondicional, mientras que la Secretaría de Derechos Humanos de la presidencia de Uruguay convocó a la comprensión y a una acción compartida entre el Estado y la sociedad.
La declaración de esta oficina estatal agrega que los refugiados “viven una situación humanitaria extrema y dolorosa de ruptura forzada de sus vidas” y considera que “es normal que, en este contexto, la inquietud, el malestar y la angustia surjan”.
“Y son comprensibles. Los uruguayos podemos entenderlo pensando en amigos, parientes, allegados o conocidos que, en otras épocas, tuvieron que irse del país por razones económicas o políticas, sufriendo el desarraigo, la incertidumbre y la pena de no poder volver“, agrega el comunicado.
Javier Miranda, titular de esa Secretaría, declaró que el programa de reasentamiento de refugiados está siendo revisado permanentemente y se ajustarán algunos detalles para la llegada de un próximo contingente de 73 sirios, a fines de este año.
Aseguró que los refugiados tienen total libertad de movimiento y pueden irse cuando quieran, pero que Uruguay no puede resolver la visa de ingreso a terceros países.
Las familias sirias poseen un título de Identidad de Viaje que les permite salir de Uruguay cuando lo deseen, pero “no hay un tercer Estado que los reciba y abrir otras fronteras depende de cada Estado”, agregó Miranda. Esta historia podría terminarse esta semana si finalmente se superan algunas dificultades para que retornen todos al Líbano, aunque Miranda afirmó que no le consta que todos se quieran ir.