En el Perú, ciertamente, aún queda mucho por hacer en materia de prevención de desastres, ello a pesar de saber que por integrar el cinturón de fuego del Pacífico el suelo sacude al país con temblores y terremotos desde hace siglos.
Torear tal acción, es un hábito incrustado en el peruano que para muchos podría ser explicado por un genetista. Sin embargo, la poca preparación ante las emergencias no estuvo ausente siempre del ADN nacional. “Hemos perdido nuestras raíces socioculturales. En nuestro pasado, la prevención estuvo muy presente en el cuidado del y con el agua, de las estaciones. Ahí están los ejemplos dados por la cultura inca”, trae a la memoria Mario Ríos, presidente de la Cruz Roja Peruana y brigadista en la atención de varias tragedias ocurridas en el Perú en los últimos años.
Para el sismólogo Julio Kuroiwa, no obstante, la falta de visión para minimizar a futuro los daños causados por la fuerza de la naturaleza pasa por el aspecto educativo. “Si bien existe el curso de ingeniería antisísmica en las universidades, hay todavía un vacío académico sobre desastres de tipo climático. De todas formas, la cuestión de la prevención debe darse en todos los niveles académicos, y en los colegios. No se puede dar información parcial y aislada”. Tiene razón. Los simulacros de sismos a nivel nacional que se ejecutan una vez al año no son suficientes.
La población, por su parte, muestra un alto grado de interés en prevenir solo cuando sucede un sismo de gran magnitud, como ocurrió al sur de Lima en el 2007, o recientemente, tras los terremotos de Haití y Chile. Luego, el interés decae. Ello se hace evidente, por ejemplo, en la ausencia del tema en las agendas políticas de los candidatos presidenciales, regionales y municipales y en la demanda, a las autoridades de proyectos relacionados con la gestión de riesgos.
Más allá de estos factores, la miopía que impide reconocer los beneficios derivados de la prevención está enraizada en muchos de los que tienen el poder de tomar decisiones.
A pesar de las deficiencias que puede mostrar el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), órgano encargado de las emergencias a nivel nacional, es solo una parte del todo. Cargarle toda la responsabilidad, como suele hacerse, es un tanto injusto. Considerando, por ejemplo, que poco se puede hacer si de los más de 16 mil millones de soles del presupuesto para proyectos de inversión pública de este año, el Gobierno destinó USD 99 millones a la prevención y la atención de emergencias. Menos del 1% para los dos rubros, cuando, según los especialistas, debería ser el 10%. Los gobiernos locales tampoco ponen de su parte al priorizar la edificación de la canchita de fútbol del pueblo en vez de invertir, primero, en informar a la gente sobre la ubicación de las zonas seguras en caso de una avalancha o el desborde de un río.
No hay una adecuada gestión del riesgo de desastres. En general, no se programan, ni se presupuestan las acciones para evitar que, al siguiente año, se produzcan los mismos daños. Así lo considera la jefa de la Unidad de Estudios y Evaluación de Riesgo del Indeci, Guadalupe Masana, quien dice que en el Perú la gestión del riesgo de desastres todavía está en una fase muy inicial.
Una red de alerta temprana
Las noticias tampoco son muy alentadoras respecto a la atención de las emergencias. Expertos sostienen que en el país solo existe una red de alerta temprana que utiliza instrumentos científicos y esa se utiliza en el caso de tsunamis.
Así pues, se cuenta con un instrumento que detecta este tipo de desastres llamado “Tremus”, en el Centro Nacional de Alertas de Tsunamis, en la Dirección de Hidrografía de la Marina de Guerra del Perú. Personal calificado es el encargado de interpretar los datos obtenidos por el tremus para que la información obtenida se transmita al Indeci, al Instituto Geofísico del Perú (IGP) y a la Marina de Guerra del Perú, instituciones que se encargarán de alertar a las poblaciones costeras amenazadas.
Uno de los problemas en la atención de emergencias no pasa necesariamente por una inadecuada capacitación de los técnicos y científicos, más sí por la instrucción que todavía tienen que recibir los funcionarios del Gobierno que tienen la autoridad de decir lo que se va a hacer. Un ejemplo de ello se vio tras el terremoto del 2007 en la región Ica. Al hacer un balance de lo sucedido, el Ministro de Salud de entonces anunció la vacunación de la población, cuando según el protocolo lo primero que se debe hacer, en esa etapa, es priorizar los recursos en los heridos, en los enfermos. La vacunación viene después.
Aunque se sabe que el ente principal encargado de las emergencias es el Indeci, no se repara mucho en el papel fundamental que desempeñan otras instituciones. En la capital, muy pocos conocen que los municipios distritales cuentan con una oficina de Defensa Civil a la que se tiene que acudir en primera instancia para obtener información.
Sepa un poco más
El Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci) depende de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM).
Como órgano rector, el Indeci define los lineamientos relacionados con el manejo de las emergencias. Busca reducir, atender y reparar los daños a personas y bienes, que pudieran causar o causen desastres. Trabaja en la prevención y atención de la emergencia. Diseña planes a nivel nacional como regional.
A través de reportes, el Indeci difunde información a instituciones del Estado. Cuentan con comités de Defensa Civil con las que tiene comunicación permanente.
El Indeci tiene manuales que dictan cómo actuar antes, durante y después de una emergencia. Cada institución debe tener por ley su plan de contingencia y emergencia.