En la comunidad Rayoloma, un grupo de mujeres teje adornos decorativos para el hogar. Foto: Glenda Giacometti / El Comercio.
En sus tejidos muestran las plantaciones de trigo, maíz, cebada, la vestimenta, llamas, la minga, el casamiento… que retratan la vida cotidiana de las mujeres indígenas de Simiatug.
La elaboración de artesanías, es uno de los cuatro proyectos productivos que se desarrollan en esta pintoresca parroquia de la provincia de Bolívar, poblada por 12 000 habitantes repartidos en 21 comunidades. Eso ayuda en la economía a 400 familias de escasos recursos.
En el 2008, este grupo se organizó y capacitó en la confección en bordados de hilo y en la elaboración de utensilios con la paja de páramo. Se hacen paneras, individuales y canastas. Además, funciona una fábrica donde se producen infusiones con plantas medicinales. El plan es impulsado por la Fundación Suiza La Rosa.
Con el desarrollo de estas actividades, las amas de casa obtienen ingresos económicos que les ayuda a financiar parte de los gastos en el hogar. Juana Chimborazo es una de las promotoras y fundadora de la Asociación de Mujeres Productoras Simiatug Samai.
Cuenta que los negocios son impulsados por Cornelia Kammermann, una voluntaria suiza que llegó al país hace 35 años, y el padre Sandro Chiecca emprendieron una labor social en las comunidades.
El trabajo consistió en fomentar la creación de los pequeños huertos familiares para la producción de legumbres, hortaliza y hierbas aromáticas. También, en el bordado con hilo de lana con temas culturales como la minga, la familia, los paisajes, la vida cotidiana de la gente en la cosecha, en la siembra y todo lo que puede crear su pensamiento. También se dedican al comercio de los granos y la crianza de los animales menores.
Por ejemplo, el proyecto de los bordados, con figuras indígenas, reúne cada semana a 120 mujeres de la localidad que llegan para vender sus trabajos en el centro artesanal de Simiatug Samai. Este sitio, que funciona en la Casa Pastoral, es la galería donde se exhiben sus obras.
Luz Chulco, de 40 años, es una experta en la elaboración de esas manualidades. Ella plasmó el paisaje de su comunidad Chiwi, localizada a dos horas de camino. Se tardó 15 días en confeccionar y por su trabajo recibió USD 12. Los azules, verdes, rojos, amarillos, rosados y más llenan de colorido sus creaciones que son apreciadas por los visitantes extranjeros.
Además, Chulco obtuvo ingresos por dos borregos que vendió en la feria de animales. “En los tiempos libres trabajamos en el bordado, más nos dedicamos a la crianza de los animales y la siembra de hierbas aromáticas y granos que los vendemos a los proyectos. Con el dinero compro arroz, pan, aceite para la familia”.
Cornelia Kammermann, directora de los proyectos, asegura que en el centro de acopio los bordados se transforman en bolsos, mochilas, carteras, recuerdos, agendas y más. Todos son con un contenido indígena. Luego es comercializado a los 100 turistas que visitan Simiatug, cada mes. “Ha mejorado sus ingresos, pero aún falta apoyo de las autoridades”.
Cada miércoles, este poblado de calles de tierra, de casas de bahareque, madera y techo de teja adquiere un inusual movimiento comercial.
Decenas de personas vistiendo anacos, rebozos, blusas blancas, sombreros y ponchos rojos llegan a la feria de la parroquia, ubicada a tres horas de Guaranda y dos desde Ambato. Se arriba por una vía estrecha y serpenteante de tierra desde Tungurahua.
Los indígenas de las comunidades llegan para comercializar sus productos, como maíz, cebada, trigo, legumbres, hortalizas y animales domésticos. Parte de la carga de las legumbres y hierbas aromáticas, vende en la procesadora de plantas medicinales.
La fábrica compra marco, hierbaluisa, toronjil, chilca, manzanilla y otros. Estas se producen en las pequeñas granjas agrícolas de sus comunidades. A la semana, en la planta se procesan 300 kilos de plantas para infusiones aromáticas y condimentos elaborados a base a legumbres y hortalizas. Estos se distribuyen a Quito, Simiatug y Ambato.
Juana Chunchi baja todas las semanas de Salaleo, a dos horas y media de Simiatug, a dejar sus hierbas. Le pagan USD 0,30 por cada kilo de plantas frescas.
Con los USD 12 que recibió y de la venta de trigo en el mercado adquirirá las compras de la semana. La mayoría de las transacciones se hacen en kichwa.
A 20 minutos de Simiatug está la comunidad de Rayoloma. Un grupo de mujeres del sector se dedica a confeccionar manualidades. Con una aguja e hilo de cabuya van uniendo simétricamente las espigas.
Cliotilde Poaquiza es la presidenta de la asociación integrada por ocho mujeres. Tiene experiencia en este trabajo que aprendió hace tres años en Salinas de Guaranda.
Ella sujeta con firmeza la paja para fabricar canastas, individuales, paneras y otros productos. La materia prima la consiguen en los riachuelos de los páramos.
María Toabanda es beneficiaria del plan. De lo que vende recibe USD 40 cada 15 días, “Eso nos ayuda para mantener a nuestra familia, pero necesitamos más apoyo”.
En contexto
Las mujeres indígenas de Simiatug, en Bolívar, se organizaron para sacar adelante cuatro emprendimientos en bordados, elaboración de infusiones y objetos con paja de páramo. Los ingresos que obtienen ayudan a financiar los gastos de la familia.