Mario Vargas Llosa el novelista peruano tan excelente, cuanto inepto político electorero, en las vísperas de las elecciones presidenciales de la primera vuelta, cuando las volubles y caprichosas encuestas previas apuntaban como ‘finalistas’ al ex militar Ollanta Humala y a la joven hija de Fujimori, Keiko, dijo que sería como elegir entre el sida o el cáncer.
Realmente la frase no es original de Vargas Llosa; se la ha repetido en varios países, cuando los pobres electores nos vemos obligados a escoger entre dos personajes tan malos el uno como el otro y no hay siquiera cómo acudir a la justificación medio hipocritona del ‘mal menor’.
Pero como ya en los hechos Humala y Keiko fueron los triunfadores de la primera vuelta, es evidente que la ciudadanía peruana deberá enfrentarse a la misma incierta disyuntiva, cuando ya mismo sea llamada para sufragar en la segunda y definitiva vuelta de los comicios generales.
Por eso, no cabe sorprenderse del frenesí que ha contagiado a los dirigentes políticos y, aún más a los asesores de imagen, dentro del empeño de captar los votos indecisos y, particularmente, los de aquellos candidatos que fueron eliminados de la carrera presidencial. Así, Humala intenta borrar cualquier vestigio de su amistad con el coronel Chávez, de Venezuela, mientras que Keiko hace lo posible para mostrarse independiente de la pesada carga de su padre, condenado por casos escandalosos de corrupción, atropellos contra la libertad de prensa y otros delitos que vulneraron los derechos humanos, durante su ejercicio de Mandatario.
Todo lo cual se desenvuelve sobre el escenario y contra el telón de fondo de una evidencia: el Perú de los últimos años ha logrado éxitos económicos que no pueden negarse, pero que pueden naufragar con una decisión equivocada en las elecciones. De verdad fue ese país el que alcanzó el campeonato de América Latina, al registrar el más considerable crecimiento -el 8% nada menos- que debe compararse con las cifras mucho más modestas de los otros países, el Ecuador incluido. Ese promisorio resultado que por cierto, no ha sido suficiente para eliminar la pobreza y la pobreza extrema -las barriadas de Lima, como ejemplo- ha incrementado la torta del Ingreso Nacional y la posibilidad de un reparto mucho más equitativo, que todavía se echa de menos.
Los analistas han buceado entre las causas de tan alentador desempeño y han llegado a concluir que este se explica por la seguridad y estabilidad jurídicas, el auge de las actividades mineras y la sistemática atracción de capitales y tecnología extranjeros. Todos estos son ingredientes de una medicina capitalista que, si se la adereza con energía y eficiente acción social -no de palabras, sino de resultados tangibles- acaso constituya el remedio que estos pueblos buscan desde la Independencia, con tanto ánimo cuanto hasta ahora penosísima frustración.