Como Barcelona y otras urbes, Girona fue escenario de protestas pacíficas y disturbios tras la sentencia del Tribunal Supremo condenando a entre 9 y 13 años de cárcel a 9 dirigentes separatistas por esa fallida tentativa. Foto: EFE
Después de participar en numerosas protestas en Girona, feudo separatista catalán, Carla Costa propone seguir atacando a España “desde todos los frentes”, también enviando a los integrantes más radicales del movimiento como caballos de Troya al Congreso de Madrid.
“Tenemos que atacar desde todos los frentes. Poder entrar en el corazón de la bestia y destruirla desde allí también es importante”, dice esta estudiante de 22 años en una concentración en solidaridad a las personas detenidas por los movilizaciones de las últimas semanas.
La joven, con el pelo rapado por los laterales y numerosos ‘piercings’, asiste por un amigo suyo, actualmente encarcelado. En la plaza donde se encuentra resuenan los gritos de “libertad” de las decenas de congregados.
Los edificios colindantes están repletos de banderas, enseñas y lemas separatistas que inundan este bastión nacionalista al norte de la región.
De uno de los puentes que cruza el río Onyar, cuelgan tres muñecos, como ahorcados, con las palabras “democracia”, “libertad” y “derecho a manifestación” .
Conocida por sus calles medievales y su catedral gótica, escenario de la serie Juego de Tronos, en esta ciudad comenzó su carrera política Carles Puigdemont, quien fuera presidente regional durante el intento de secesión de 2017, actualmente huido a Bélgica.
Como Barcelona y otras urbes, Girona fue escenario de protestas pacíficas y disturbios tras la sentencia del Tribunal Supremo el 14 de octubre condenando a entre nueve y trece años de cárcel a nueve dirigentes separatistas por esa fallida tentativa.
“Cortocircuito” en España
Esta cuestión ocupa el núcleo de la campaña de las elecciones del domingo en este país sumido en el bloqueo político. En abril el jefe de gobierno Pedro Sánchez (PSOE) ganó pero no consiguió los apoyos suficientes para ser reinvestido en el Congreso.
En esta contienda concurre por primera vez la anticapitalista Candidatura de Unidad Popular (CUP) , la formación independentista más radical.
Su aspiración es “bloquear” más la política española, aunque las encuestas les dan apenas un puñado de escaños.
“Nuestro lema es ingobernables. ¿Qué queremos decir? Que hasta que no seamos libres, seremos ingobernables”, resume Non Casadevall, candidato de la CUP por la provincia de Girona.
“Vamos a Madrid con la intención de provocar un cortocircuito en este sistema que no funciona (…) Lo que queremos es dinamitarlo por dentro”, explica este profesor tras un mitin en esta ciudad.
Su peso electoral es escaso pero en los últimos años la CUP consiguió arrastrar hacia sus posiciones al resto de formaciones separatistas que, según los sondeos, podrían jugar un papel clave en la gobernabilidad.
Partidaria de “generar inestabilidad” en la calle y las instituciones, Carla Costa votará por ellos. “Hay que crear el caos”, insiste.
Su postura encaja en la estrategia de “movilización constante” de los separatistas para “desgastar al Estado”, según reconoció la presidenta de la influyente asociación ANC, Elisenda Paluzie.
Un exministro huido a Bélgica con Puigdemont, Toni Comín, llamó al “desgaste económico” de España para forzar la negociación, aunque repercuta en el empleo y el nivel de vida en Cataluña.
Sin visos de diálogo
Poco queda de la distensión surgida con la llegada al poder de Pedro Sánchez en junio de 2018.
Los disturbios, con un balance de más de 600 heridos, llevaron a un endurecimiento del discurso del dirigente español, coincidiendo con un retroceso del PSOE en las encuestas.
Y los separatistas, que habían apoyado la moción de censura del socialista contra el conservador Mariano Rajoy, ahora descartan ayudarle.
“Usted no podrá contar nunca con nuestro apoyo”, dijo Puigdemont en alusión a Sánchez.
Incluso la formación moderada Izquierda Republicana de Cataluña (ERC) , que sería la más votada dentro del movimiento, argumenta que “con este Sánchez no se puede dialogar” cuando meses atrás quería facilitar su investidura.
“Hay demasiado sentimiento, demasiado resquemor, esto tardará en pasarse” , dice apenado José Muñoz, un votante del PSOE que llegó a coquetear con el independentismo.
Asiste a un mitin de Pedro Sánchez en Viladecans, al sur de Barcelona, donde unos pocos cientos de separatistas increpan a los asistentes y los tildan de “ fascistas ” .
“Antes la independencia me parecía incluso atractiva, ahora es excluyente. Siento que si no pienso como ellos, no soy catalán”, lamenta.