En 1967 se creó el Ministerio de Salud ante la necesidad de corregir las vergonzosas estadísticas de desnutrición, parasitismo, mortalidades infantil y materna, enfermedades prevenibles e infecto-contagiosas.
Hemos sido testigos de un mejoramiento del control de esas afecciones propias de la pobreza por la labor positiva de ministros que, sin embargo, no han alcanzado los logros que el país espera.
En 1998, el presupuesto para la salud fue de USD148 millones, cifra que correspondía al 2,9% del presupuesto general del Estado; en 2003, 5,6% del PGE; en 2007, 6,1% del PGE, y en 2008 un 10,1 % del PGE.
Este incremento ha permitido contratar profesionales para incrementar el tiempo de atención en los hospitales, adquirir equipos, mejorar las estructuras físicas hospitalarias, entregar medicinas y atender sin costo las enfermedades catastróficas y oncológicas. Estas acciones se están ejecutando y son un extraordinario logro del Gobierno.
Pero las contrataciones de profesionales se efectúan sin concursos y sin los colegios médicos, los equipos se han adquirido sin consultar a los jefes de los servicios y muchas ocasiones se ha escogido a los más baratos y no a los mejores; la gratuidad ha ocasionado congestiones y largas listas de espera, los medicamentos se han agotado y como su reposición no ha sido ágil, se han originado serios problemas para los galenos que no pueden modificar abruptamente tratamientos específicos.
En 2002 se aprobó la Ley Orgánica del Sistema Nacional de Salud que contempla la integración de los consejos cantonales (existían 83), de los consejos provinciales y del Consejo Nacional de Salud, con los centros de I, II y III niveles para brindar una atención descentralizada y de referencia del nivel menos complejo, con subcentros y centros de salud, al intermedio, con hospitales básicos, y de este al de mayor complejidad, el hospital de especialización. Esto garantizaría una atención efectiva, como la que ofrecen Costa Rica y Brasil, en los cuales el orden y la universalización del servicio llegan a los usuarios directamente, sin citas telefónicas previas (‘call centers’).
Persiste la fragmentación de la atención de salud: Ministerio, IESS, salud militar y policial, Solca, Junta de Beneficencia, sin acatar la integración que plantea la Ley del Sistema Nacional; se pretende prescindir de los consejos y en especial del Consejo Nacional de Salud, integrado por representantes de todas las instituciones públicas y privadas del sector y que, presidido por la Sra. Ministra, debe mantenerse como el eje del Sistema Nacional de Salud, sin el cual no habrá transformación, menos revolución.
El Ministerio tiene que actuar en forma planificada y estratégica. La improvisación atenta contra las buenas intenciones.
Columnista invitado