La pequeña, hija de un padre alcohólico y de una madre con retardo mental severo, a fuerza de abandono y hambre, hizo de su hogar la calle. En su candor, entre el juego con jóvenes del barrio, fue violada una y otra vez, y, antes de que pudiera asimilarlo, fue reclutada por una mafia de explotación sexual de niñas, en el sur de Quito.
El caso ha sido revelado por EL COMERCIO. La violencia de la cual ha sido víctima Alicia (nombre protegido), de apenas 11 años, causa espasmo. Paola (nombre protegido) tiene la misma edad y aún es forzada a vender droga en la calle, en el centro de la ciudad. Aprendió así a mantener a sus hermanos de 8 y 7 años, con su madre en prisión.
El argumento del Consejo Nacional de la Niñez y Adolescencia de no criminalizar al menor, sino a las redes que obligan al adolescente a incurrir en ilícitos, tiene sentido. Pero no solo aquello. Proteger a la niñez trasciende lo legal.
Desde el 2005, la Dinapen (Policía) ha rescatado a 285 niños de las redes de explotación sexual (cifras a junio del 2010). Y ha hallado a 146 menores en la venta de drogas (50 tenían de 11 a 15 años).
Para poner un alto a los hogares expulsores se requiere voluntad política, ir a los barrios principalmente para dotarles de servicios, pero también para conocer el real alcance de la estrategia de los subsidios. Con puro ‘populismo penal’ Alicia no recobrará la alegría ni Paola dejará se ser el sostén en su hogar.