Omar Vidal Loor toma asiento junto a una pared forrada con 21 fotografías. En ellas no aparece él, sino los casos de su abogado, quien lo patrocina, en su denuncia por supuesto abuso policial. La figura de Rafael Esteves aparece en las gráficas en su época de asambleísta, en las campañas con Lucio Gutiérrez y con Rafael Correa, en los sonados casos de Fybeca y del contagio masivo con VIH de pacientes renales.
Es una oficina en el piso 24 de un edificio en el centro de Guayaquil. Vidal viste camisa de mangas cortas, contesta un celular y un blackberry y tiene una carpeta con papeles en sus manos.Han pasado dos horas desde que los dos estuvieran en la oficina de Asuntos Internos de la Policía Nacional, a pocas cuadras. De allí salieron algo molestos luego de que Vidal diera su versión en la investigación que se abrió por el supuesto abuso de policías.
El jueves pasado, EL COMERCIO abordó a Vidal en los bajos de la Policía, pero Esteves le ofreció su oficina para que atendiera a la prensa. Por más de una hora relató su historia.
Una larga madrugada
“El 25 de julio estaba en mi casa de Sauces IV y me llamaron para que fuera a retirar a la señorita (una presentadora de TV), que fue a pasar con sus hijos a Salinas. Quería que le manejara su Nissan Murano hasta Guayaquil. Viajé en bus a Salinas, pasé por Santa Elena ya que iba a dejar en prenda una portátil a un familiar, para que me prestara mil dólares, pero mi tío dijo que dejara no más.
“Casi a las diez y media de la noche la dejé en su casa de los Ceibos norte. Tomé un taxi amarillo. En el camino parecía que el carro se dañaba y el chofer se detuvo. Apagué, disimuladamente, el celular y lo guardé en el bolsillo derecho de mi bermuda. A lo que iba a arrancar, un ladrón apareció por la ventana y dijo ‘quieto’.
“Era a la subida a la Politécnica, en la Perimetral. El chofer sacó un puñal y dijo que colaborara. Me quitaron el reloj, el anillo, el dinero, la portátil y me dejaron boca a bajo en el suelo.
“Luego de diez minutos salí del shock y prendí mi celular, eran las once de la noche. Llamé al número *112 de la Corporación de Seguridad Ciudadana. Nadie me garantizaba mi vida y caminé hasta Ceibos norte, mientras me decían que ya mandaban una unidad. En ese lapso hice ocho llamadas a la central, que están registradas en audio. Caminé por la Perimetral hasta el viaducto de la Prosperina; en cada llamada decía por donde iba.
“Llegué hasta la Juan Tanca Marengo, ya por el Colegio Americano, le dije ‘señorita estoy cerca del Registro Civil’. No sabía cuánto había caminado. Me aferré a la vida, a mi esposa (Lucy Cepeda) y a mi hija de siete meses”.
Los ‘ojos de águila’
De la Politécnica hasta la zona del Registro Civil, donde funciona la Corporación, hay más de 5 kilómetros. Vidal dice que en el trayecto no se atrevió a detener un taxi ni a pedir ayuda, por temor. ¿Por qué no llamó a un familiar? “No tenía saldo y a la Corporación las llamadas son gratis”. ¿Por qué no pidió a los operadores que llamaran a un familiar? “No se me ocurrió, a último momento me comunicaron con una cooperativa de taxis y no contestaron”.
Había pasado la medianoche cuando llegó a las afueras de la Corporación. ¿Sabía que una cámara lo estaba grabando? “Sí. Sabía que me estaban filmando porque el operador me dijo: ‘Te tengo ponchado, te estoy grabando’. Sabía que la cámara estaba ahí y me quedé donde se mantuvo estática la cámara. Me senté en la vereda, a la espera de un patrullero, que el operador dijo estaba cerca”.
El encuentro con los policías
“¿Qué haces aquí, si te asaltaron en los Ceibos?, me dijo el policía y me pidió la cédula. ‘Vine caminando y me estuve reportando, no es justo que se demoren’. ¿Y su acento? ‘Soy quiteño, mis padres manabitas; primaria y secundaria estudié en Quito. Hablo como cualquier persona ecuatoriana’.
“¿Pero ese acentito, eres refugiado colombiano?, preguntaron, además me dijeron que la cédula se falsifica. Les dije que me llevaran a la casa, que les pagaba la carrera. Desde adentro los otros dos policías se mofaban de cómo me habían asaltado si aún tenía zapatos y celular. Que tal vez había salido de un baile. Me hicieron soplar dos veces. Dije que no era justo el trato, que encima de haber sido asaltado me dejaran allí botado.
“Me alejé un metro del carro, con mi teléfono iba a copiar el número del patrullero cuando sentí un golpe en mi ojo derecho. Dije: ¿Qué clase de ayuda es? Me habían visto la cara de cojudo. Enseguida llamé al operador para decirle que me estaban golpeando, y recibí otro golpe. Después intervinieron los otros policías y dijeron que me llevarían preso por escándalo en la vía pública. Como la llamada seguía abierta continuó grabándose todo. Llegó un segundo patrullero. Me esposaron y me llevaron a la Policía Judicial”.
Las pruebas documentales
Vidal estuvo recluido en el Centro de Detención Provisional hasta la tarde del lunes 26 de julio. Quería presentar una queja a la Corporación de Seguridad. “Pero todo cambió con la detención y agresión, más cuando pusieron falsedades en el parte y me ven como un vulgar delincuente”.
Después de denunciar el robo, reseña que hizo una solicitud para que la Corporación le entregara una copia de la filmación. En tres días recibió los videos y después los audios de las llamadas. ¿La Corporación los entregó por los conflictos que tiene con la Policía? Esteves argumenta que el Código de Procedimiento Penal y la Constitución señalan el derecho de petición de los ciudadanos para solicitar grabaciones públicas. Y que si alguien pone obstáculos, incurre en un delito.
¿Actuó a propósito frente a la cámara? “Solo quería irme a casa”.
Esteves interrumpe: “No pasaba nada si llegaba el patrullero y lo llevaba a la casa, el problema surge cuando lo ven como sospechoso, que si tiene acento colombiano, que a lo mejor es una ficha… Eso no está grabado”.
Un lío anterior con la Policía
¿Ha tenido problemas en el pasado con la Policía? “Me sale una detención en el 2005, por supuestamente, entre comillas, una estafa, cuando iba a Latacunga a legalizar la compra de un carro San Remo…”. El abogado Esteves interviene otra vez: “Eso no tiene nada que ver con el presente caso, ese es el argumento que están utilizando los policías”.
EL COMERCIO explica que busca contextualizar quién es Vidal, su historia humana. Él asiente. “Contraté un taxi amigo para que me llevara de Quito a Latacunga, porque por el puente de Guajaló me chocaron y dejé arreglando el carro. Llevaba 1 700 dólares en efectivo y no podía irme en un bus. En el peaje de la Panavial el chofer pagó el peaje de su bolsillo, yo iba dormido a lado.
“La Policía me detuvo porque dijo: asaltaron el peaje. Regresamos al lugar y el cajero ya se había ido. Nos detuvieron a los dos. Pero no había una denuncia de Panavial ni de cuánto era el robo. Cogieron mi cédula, dijeron que era falsificada y la rompieron, me pidieron cantar el himno nacional, por mi acento… me dieron puñetes, y dijeron que me iban a detener. Trajeron un parte donde decían que yo me bajé a pagar el peaje. En Panavial pedí el video y las cosas no cuadraron. Los policías dijeron que encontraron más dinero del que yo decía que llevaba, además que había droga.
“Salí en libertad y denuncié en la Defensoría Pública a seis policías por violación a mis derechos. Después dijeron en sus escritos que no me conocían y la causa se archivó. Tuve que limpiar mi récord policial porque quedé como un vulgar delincuente”.
Dos hermanos agentes
“Yo no tengo una persecución contra la Policía Nacional ni psicosis. Tengo dos hermanos policías. No es que soy conflictivo, quise ser policía, pero no lo logré porque me casé a los 19 años, y a los 21 ya no pude entrar a la institución. Ahora tengo 34 años. Me separé en el 2003 y tengo dos niños en el primer compromiso.
“Como ya no entré, apoyé a mi hermano menor (Franklin). Otro hermano Willian es cabo primero. Hice el servicio militar; estuve en la guerra del Cenepa (2005), y tampoco es que tenga una secuela psicológica… quería servir a la comunidad. No me puedo ir en contra de la institución, solo quiero que se respeten mis derechos. Ellos violentaron mis derechos”.