Caminar en la noche por calles secundarias como la Baquerizo Moreno, en La Mariscal, o por avenidas como la Amazonas, a la altura del aeropuerto Mariscal Sucre, para los vecinos y transeúntes resulta exponerse a los asaltos.En sitios como estos, los transeúntes caminan en penumbras, ya que el alumbrado público es deficiente o no existe. Igual o en peores condiciones están sectores como Quitumbe (sur de Quito). Sumado a que en esta zona aún hay lotes deshabitados.
Este es uno de los 16 factores que –según un diagnóstico que el Observatorio de Seguridad Ciudadana está por concluir- vulneran la seguridad en la capital.
Al estar sin iluminación, aparte de estar desolados, les tornan espacios propicios para los robos-asaltos a las personas. Solo en noviembre de este año se denunciaron 404 delitos de este tipo.
Sin embargo, Daniel Pontón, del Observatorio de Seguridad Ciudadana, cree que la incidencia es todavía mayor, sobre todo porque no todas las víctimas deciden denunciar.
Por ejemplo, María C. (nombre protegido), de 50 años y moradora del barrio Pueblo Unido, sector Guajaló (sur de Quito), prefirió no denunciar el asalto que sufriera su domicilio. Aún temerosa, contó que el sábado 11, al llegar a su casa a eso de las 19:00, encontró las seguridades de las puertas violentadas y adentro, todo alborotado.
Mientras recorría por la sala, cocina y dormitorios descubrió que faltaban dos televisores, una cocina, una computadora, joyas y otras pertenencias.
A pesar de esa pérdida, María C. todavía sigue indecisa si denunciar o no el robo.
Pontón dice que esta tendencia de no denunciar impide tener una visión más real de la inseguridad. De allí que “el Observatorio de Seguridad decidió hacer el diagnóstico más apegado al contexto de cada zona o barrio”.
La estrategia fue aplicar encuestas y entrevistas directas a 183 actores directos de la seguridad ciudadana. Se recurrió a miembros de las policías Nacional y Metropolitana, bomberos, jefes zonales y tenientes políticos, por ser actores vinculados directamente con la problemática.
También se consultó a los presidentes y miembros de comités barriales de seguridad y dirigentes de comerciantes y otros gremios.
De allí que la socióloga Johana Herrera, responsable de la investigación, resalta que “se trata de una percepción más real”.
Mediante el diagnóstico se evidencian factores que no muestran las estadísticas oficiales, pero que agravan la vulnerabilidad de cada zona. Entre estos están la venta y el consumo de alcohol y drogas que desencadenan en un alto índice de la violencia intrafamiliar, robos-asaltos y hasta homicidios y asesinatos.
También están las riñas callejeras, agresividad de la gente, presencia de pandillas juveniles, lugares de tolerancia y prostitución callejera, grupos de delincuentes y llegada de personas del extranjero y de otras provincias.
Se agrega la falta de patrullaje policial continuo, escaso número de uniformados y la ausencia de programas de prevención.
Así, en Conocoto, por ejemplo, se detectó la presencia de cantinas clandestinas y de centros de tolerancias. Eso conlleva el riesgo de riñas callejeras y robos.
En Quitumbe, en cambio, el 80% de los encuestados de la zona dice que los espacios más vulnerables está en los alrededores de los mercados. La feria de autos es escenario de asaltos y estafas, sobre todo a quienes acuden a vender o a comprar vehículos.
La falta de vigilancia policial es el factor que se repite con fuerza en el sur. Por eso María C., a partir del robo a su domicilio, prefirió reforzar las seguridades con un sistema de alarmas y elevando los muros de protección.
Especialistas señalan que la sensación de inseguridad hace que la población sufra una especie de psicosis. Esto ha llevado a que los ciudadanos terminen amurallados en sus casas o que vivan en urbanizaciones blindadas con guardias y muros.
El diagnóstico que prepara el Observatorio pretende aportar con mejores indicadores para que sea el punto de partida en la toma de decisiones para mejorar la seguridad de la población.
QUITO
‘Me robaron el celular y USD 30’El 15 de noviembre pasado participé en una marcha que partía desde el parque El Arbolito, en el centro norte de Quito. Estuve en el lugar desde las 08:00 entregando comida y gaseosas a todos los participantes. Pero alrededor de las 09:00 empecé a sentirme mareado y con mucho sueño. Me senté en una banca para tratar de recuperarme, pero sentí desmayarme.
A la hora y media recobré la conciencia y verifiqué que me habían robado mi celular, mi billetera con 30 dólares y mis documentos. Lo que no se llevaron fue un monedero.
Algunos participantes de la marcha que todavía estaban en el parque me ayudaron y tomé un poco de agua, pero me sentía muy enfermo.
Así que fui a mi casa, en el Calzado (sur de Quito). Mi familia se preocupó mucho de verme en ese estado. Porque no podía caminar bien y sentía mucho mareo. Así pasé un día entero hasta que pasó el efecto de la droga.
No me di cuenta en qué momento me drogaron. En el lugar había mucha gente y todos entregaban hojas informativas. Nadie está a salvo de los delincuentes. No les importa ni la edad.
No denuncié este robo a la Policía ni a otra autoridad, porque no creo en esas instituciones. Además, es un trámite burocrático y no se logra recuperar nada de lo que me robaron.
La propuesta
Fausto Yépez
Miembro de la corporación Junta Cívica de Ibarra
‘Nos falta más solidaridad’
Imbabura también sufre del ataque de la delincuencia, aunque a veces parece que ese es solo problema de las provincias grandes. Antes, Ibarra era como una sola familia. Nos cuidábamos entre todos. Podíamos andar en la noche sin problemas, como si fuera de día. Pero todo ha cambiado. Ahora hay mucha inseguridad. Yo creo que es necesario que los ciudadanos nos organicemos para combatir a la delincuencia. A veces la gente ve cómo roban y no les importa.
No hacemos nada. Falta más solidaridad. Si todos nos uniéramos podríamos cuidarnos unos a otros, como se hacía antes.
No podemos esperar todo de la Policía. Ellos no pueden cuidar a cada ciudadano. Eso es imposible. Las autoridades deben controlar a los extranjeros que llegan al país. No todos son malos, pero en cada asalto o asesinato hay un extranjero.
Yo mismo he sido víctima de un robo. Un hombre ingresó en mi botica y se llevó un cuadro.