Una aparente facilidad de acceso poseen los créditos de los prestadiarios. Si se trata de montos pequeños para que un comerciante minorista adquiera mercadería, solo le piden los nombres completos, el número de cédula y demostrar que tiene un local fijo.
Eso motivó a que Juana M. (nombre protegido) vea como una opción a un chulquero. Pidió USD 1 500 para abastecerse de mercadería: hortalizas y legumbres, además para útiles y uniformes de sus dos hijos.
Antes intentó en una entidad bancaria. Pero en esta le pidieron un garante, demostrar que tiene propiedades, sus ingresos económicos, que su nombre no aparezca en la Central de Riesgos, etc. No pudo reunir los requisitos.
Rodolfo Sáez, jefe de agencias en Quito de la Cooperativa de Ahorro y Crédito Fernando Daquilema, asegura que esa situación empuja a los minoristas a recurrir a los chulqueros.
Juana M., por ejemplo, sintió un breve alivio en su premura económica al recibir los 1 500. Sin embargo a la semana, cuando empezó a cancelar las cuotas de USD 15 diarios, le volvió la angustia porque las ventas no abastecían para cubrir los pagos.Día a día se fue retrasando en los pagos, a tal punto que los chulqueros la amenazaron en varias ocasiones. Ahora no quiere volver a endeudarse con el chulco.
María Luisa L. se dedica hace 40 años a vender jugos y batidos en el mercado Santa Clara (norte de Quito). Ella vivió y ha visto de cerca entre sus compañeras el drama y la angustia de mantener una deuda con los prestadiarios.
La comerciante, de 74 años, no para de atender. A un cliente le prepara un batido de alfalfa, malta y huevo, a otro mora con alfalfa y a una más un batido de zanahoria con mora. En medio de ese ajetreo y del sonido incesante de la licuadora, cuenta que “era terrible. Cuando alguien se atrasaba, venía una señora con sus hijos y le desbarataban el puesto o le amenazaban con marcarle la cara”.
Sáez también recurrió a los prestadiarios cuando era comerciante de hortalizas en el Mercado Mayorista (sur de Quito). Hace cinco años pidió USD 1 500 y en tres meses tuvo que devolver 2 400, por capital e intereses.
Eso hizo que él propusiera a sus socios abrir un sistema de créditos de hasta USD 300, dirigido a los pequeños comerciantes. Esto para romper con el monopolio de los tradicionales chulqueros y de las redes extranjeras. “La idea fue entrar a los mercados de Quito, Guayaquil y Riobamba, donde están nuestros compañeros indígenas de Chimborazo”.
Empezaron hace dos años y allí se encontraron con la sorpresa de que el 70% de sus clientes estaba en la Central de Riesgos. Estaban por créditos vencidos, cheques girados sin fondos, por ser garantes y hasta porque alguna vez les dieron una tarjeta de crédito y, a pesar de que nunca las usaron, terminaron como deudores porque desconocían que debía pagar una tasa por mantenimiento.
Y ese desconocimiento sobre qué hacer para solicitar un préstamo bancario es otra razón para que prefieran a los prestadiarios. El dirigente asegura que “la mayoría no sabe ni a qué ventanilla acudir, tampoco nos atienden bien. Muchos de nuestros compañeros, como no hablan bien el castellano, no entienden lo que deben hacer”.
Y ese es un punto a favor de los prestadiarios. Estos suelen acudir directamente a los puestos de cada potencial cliente para ofrecerles los préstamos.
Los dirigentes de la Cooperativa Fernando Daquilema decidieron aplicar una similar estrategia. 25 jóvenes recorren a diario los mercados Mayorista, Ipiales del Sur, Chiriyacu, San Roque, El Tejar, Santa Clara, Iñaquito, Cotocollao y Carapungo, en Quito. Además, los del norte y centro de Guayaquil y los de Riobamba.
En la actualidad, en el mercado Santa Clara, por ejemplo, operan al menos cuatro cooperativas con el mismo mecanismo. Incluso, los propios comerciantes formaron su cooperativa. Igual ocurre en el Mayorista y en San Roque.
“La diferencia, según Sáez, es que nosotros les prestamos al 28,20% anual y cada vez que paga el capital, se reduce el monto de interés. Los chulqueros les cobran intereses del 120% anual”.
La actitud hostil de los chulqueros también fue superada. María Luisa L. coincidió con sus compañeras Lucía A. y Rosa B. en que los jóvenes agentes siempre ofrecen un trato amable. “Si alguien se atrasa, les hacemos acuerdo con delicadeza y tratamos de enseñarles cómo llevar mejor sus finanzas”, cuenta un joven.
María L. y Rosa B., que vende canastos, se muestran convencidas de que estos créditos blandos las han beneficiado. Por eso incluso están pendientes de alguna amenaza o intento de agresión en contra de los agentes bancarios.
Rodolfo Sáez asegura que al principio fue difícil irrumpir en un terreno dominado por los prestadiarios. “No nos amenazaron. Pero un día, uno de ellos se acercó y me dijo que por qué regalábamos la plata, refiriéndose a los intereses bajos. Se veía que les incomodaba nuestra presencia”.
Testimonio
Me asusta y asombra la audacia de los delincuentes
Jimmy Riera
Víctima de la inseguridad en Cuenca
Fui víctima de un robo cuando vivía en el departamento de mi hermano, que está en la calle Gran Colombia y la avenida Unidad Nacional, en el centro de Cuenca. Eran cerca de las 18:30 cuando los ladrones se llevaron los televisores, electrodomésticos, dinero y ropa.
Los delincuentes entraron al inmueble que tiene guardia con el pretexto de dejar un ramo de flores. Se sacaron todas las cosas y las llevaron en un vehículo. Nadie se percató que se trataba de un robo ni siquiera el guardia.
Cuando regresamos al departamento nos tomó por sorpresa que estaba vacío y que ni el guardia ni los vecinos sabían con exactitud qué mismo pasó. Presenté la denuncia ante la Fiscalía de Azuay y en la Policía Judicial; sin embargo, nunca recuperamos las cosas. Hasta ahora no tenemos ninguna respuesta favorable.
Pero no ha sido la única ocasión. Otra experiencia de la delincuencia la experimenté en mi trabajo, que está ubicado en el Centro Histórico. Es un almacén donde se comercializan electrodomésticos, computadores, LCD…
Meses atrás se llevaron un computador que estaba exhibido. En ese instante no nos dimos cuenta. Me asusta y asombra la audacia de los delincuentes.
Los ladrones siempre quieren llevarse cualquier cosa que esté a mano. Por esa razón, los propietarios del almacén colocaron un sistema de seguridad con cámaras de videovigilancia, circuito cerrado y desde entonces el monitoreo es permanente.
Por estas y otras razones, siento que Cuenca es más insegura que antes y por eso tenemos que cuidarnos. Incluso cuando camino por la calle jamás contesto el teléfono celular. Además siempre me percato quién camina a mi alrededor o si alguien me sigue.
Cuando voy a tomar un taxi me aseguro de observar la placa y si puedo memorizarla. También saber a qué empresa pertenece.
Lo hago porque hace poco tiempo unos amigos, que tomaron un taxi les robaron y les fueron a dejar en la parroquia El Valle.