Fernando Barros Belín y dos amigos retornaban ayer de una fiesta en el cantón azuayo de Gualaceo. Los cuatro viajaban en una Chevrolet Trail Blazer, de placas AFH-860. Al ingresar a Cuenca, por la Panamericana Norte, tres policías que recorrían el sector en un patrullero intentaron detener el vehículo. De acuerdo con versiones de la Policía, Barros hizo caso omiso del pedido.
Entonces empezó la persecución con el apoyo de otros cuatro patrulleros (otros 15 agentes). Esto ocurrió a las 03:10.
Alejandro Solís, de 21 años, uno de los ocupantes, admitió que huyeron por temor a ser detenidos porque ingirieron licor y “más adelante los policías les rodearon con unos 10 patrulleros”.
Una de las hipótesis es que los jóvenes fueron confundidos con sospechosos de robo de ganado.
Frente a la fábrica de llantas de Continental Tire Andina, hubo una balacera. “Todos nos cogimos la cabeza cuando escuchamos que nos disparaban”, dijo Solís.
En segundos, el Chevrolet Trail Blazer frenó por el impacto de una bala en la cabeza del conductor. De forma paralela explotó la llanta posterior derecha del vehículo de color blanco.
Según el reporte de la Central de Emergencias 911, a las 03:15 recibieron una llamada telefónica de la Policía solicitando una ambulancia para trasladar al herido a una casa de salud.
Pero cuando llegaron los paramédicos, Barros casi no tenía signos vitales. De inmediato fue trasladado al área de emergencias del Hospital del IESS José Carrasco Arteaga. En esa casa de salud solo se confirmó su deceso.
Los otros tres jóvenes, todos estudiantes universitarios, fueron detenidos para investigaciones. En la mañana se realizó la audiencia de formulación de cargos.
Solís admitió que él y sus otros tres compañeros habían bebido, pero que no traían armas ni atacaron a los uniformados.Según la versión de Solís, los tres acompañantes de Barros estaban dormidos y se despertaron con la persecución y la alerta del conductor. “Escapamos de morir todos y falleció mi mejor amigo. Recuerdo bien la cara de los policías y no descansaré hasta que se haga justicia”, se lamentó.
Según Solís, los policías les bajaron del automotor “a patadas, insultos y con las amenazas de que si no guardaban silencio les maltratarían más”. Hasta el mediodía de ayer, el lugar (inmediaciones del parque industrial) donde falleció Barros seguía siendo visitado por familiares, amigos y curiosos que lamentaban su muerte.
Allí quedó una gran mancha de sangre. También había restos de vidrios de la ventana posterior derecha del vehículo. Barros fue hijo de una pareja de emigrantes.
Él era estudiante de segundo año de Ingeniería Mecánica en la Universidad Politécnica Salesiana de Cuenca. Un primo, quien pidió la reserva de su nombre, dijo que el padre de Barros vive en EE.UU. y la madre tenía una semana de haber retornado al país.
Según él, hubo exceso de la Policía que nunca debió disparar porque los ocupantes del vehículo jamás respondieron con balas. “Ese no era el procedimiento”.
Hasta el cierre de esta edición, el jefe (e) del Distrito de la Policía y encargado del Comando Provincial, Rodolfo Cadena, no quiso pronunciarse. Se dijo que están buscando información y esperaban los partes de los agentes.