Mayra Hurtado labora en el cuidado de vehículos frente a un hospital en el norte de Quito. Foto: Sara Ortiz/ EL COMERCIO
Desde hace 20 años, Mayra Hurtado cuida los vehículos aparcados en las calles cercanas a un hospital del norte de Quito. La mujer embarazada habla del temor y de la necesidad de trabajar, cuando en julio del 2020 todavía está latente la pandemia del covid-19.
“Tengo tres hijos y estoy embarazada del cuarto. Trabajo desde hace 20 años en la calle Villalengua, cerca al Hospital Vozandes, en el norte de Quito. Ahí cuido los carros y en este tiempo he visto de lejos cómo llegan pacientes que dicen tener coronavirus.
A veces me da temor y tengo ganas de quedarme en casa, pero si no trabajo no tengo para comer. Antes de la pandemia llegaba a ganar entre USD 25 y USD 30 diarios. Con ese dinero compraba la comida y pagaba el arriendo.
Hoy (27 de julio del 2020) gano unos USD 12 o USD 20 diarios, en el mejor de los casos. Cuando llegó el virus nos tocó quedarnos en casa.
No salí durante dos meses y como no trabajaba tampoco tenía dinero. De la noche a la mañana mi esposo, que es chofer de bus, también se quedó sin trabajo. Los dos nos quedamos sin ingresos.
Al principio vivimos de los ahorros, porque pensábamos que esto mejoraría pronto. Pero se hacía más y más largo. Mi esposo estuvo trabajando de albañil, también lavaba los buses para tener algo para la comida.
La situación se puso peor, porque no teníamos para la comida. Entonces decidimos que volvería a cuidar carros.
Al principio mi esposo no quería. Tenía miedo que me contagie, sobre todo porque estoy en el sexto mes de embarazo. Es una niña. Pero vimos que esta situación va para largo y que necesitamos trabajar para sacar adelante a nuestra familia.
Mis hijos ya tienen 16, 13 y 10 años. Ellos no están en la calle trabajando ni pidiendo dinero, porque queremos que estudien y que no les pase nada malo. La calle es peligrosa. Hace un mes, cuando volví a cuidar los carros, sí me dio miedo. Tuve que salir de mi casa a las 05:00 para llegar a las 07:00.
Me subí al bus confiando en Dios y usando mascarilla y alcohol. Lo normal es que me quede hasta las 17:00 y vuelva a casa a las 18:30. Yo vivo bien al sur y necesito cruzar la ciudad todos los días en Trole.
Al comenzar mi jornada siempre pido el baño en un restaurante cercano y me lavo bien las manos. Es importante que yo tenga más cuidado para no enfermarme ni enfermar a mi bebé ni a mis otros hijos.
Yo sé que las autoridades dicen que debemos quedarnos en casa, pero si hacemos eso nos morimos de hambre. Yo creo que hay que trabajar, tener mucho cuidado y confiar en Dios”.