Giovanni Gudiño (de pie) no se considera héroe. Dice que simplemente cumplió con su deber. Foto: Diego Pallero / EL COMERCIO
Tengo 53 años; es decir, 25 más que los que tenía en la guerra del Cenepa. Un año después del conflicto pedí la baja voluntaria y salí del Ejército en 1997. Lo hice, porque en el conflicto tuve un golpe fuerte en la columna y era difícil continuar con esa limitación.
Yo fui deportista desde el colegio militar. Tuve el récord de salto alto. Representé a mi colegio y al país en juegos sudamericanos, bolivarianos y panamericanos. Y luego, aparte de ser militar, fui preparador físico del Club Deportivo El Nacional y de la Selección Ecuatoriana de Fútbol.
Cuando estaba en Bolivia, con la Selección, para participar en el Sudamericano Juventudes de América, comenzó el conflicto.
Llegué los primeros días de enero y me incorporé al llamado del coronel Carlos Vasco.
En esa época tenía cinco años de casado y dos hijos de tres y cuatro años. Quiero aclarar que no me considero ni héroe, ni que haya hecho nada extraordinario. Simplemente cumplí con mi deber de acudir a la convocatoria.
Fui destinado a la Brigada Eloy Alfaro para reforzar algunos puntos que estaban siendo invadidos por las tropas peruanas. Fuimos al valle del Cenepa, al sector de la Cueva de los Tayos. En uno de los bombardeos me golpeé la columna y salí evacuado a finales de marzo.
La Brigada Eloy Alfaro fue dividida en varias patrullas destinadas a puestos fijos y móviles. En mi caso nos encargábamos de abastecimientos, cobertura de flancos patrullajes, entre otras actividades.
Salí del Ejército y continúe ligado al deporte. Fui preparador físico de dos equipos de fútbol profesional de Quito y uno de Guayaquil.
Hace 15 años formé una empresa que se llamaba Alfa Seguridad. Esta firma fue comprada por otra internacional.
Luego me dediqué a trabajar con una compañía que la bauticé como Risk Consulting, con unos 50 profesionales.
El 80% somos exmilitares. Se encarga de identificar los riesgos de empresas, inversionistas y actividades que cualquier persona puede enfrentar.
El paso por el Ejército me sirvió mucho, porque me enseñó esa tenacidad, también la disciplina y, además, a perder el miedo que puede generar el desempleo. Estaba entrenado para soportar los malos momentos y saber que siempre se puede mejorar con esfuerzo.
Aunque tengo maestrías en educación, entrenamiento deportivo y en seguridad y defensa, no hay orgullo más grande y mejor título que haber defendido al país.
También tengo un paso por la diplomacia, porque serví en la embajada de Ecuador, en Estados Unidos. Además, tengo una compañía agrícola en la que tenemos camarón, cacao y palma orgánica en Mompiche. Ahí doy trabajo a 12 personas.