Lo encontraron desnudo en el baño de su casa. Una soga ataba su cuello a un metal del techo. Los gritos y el llanto de desesperación de sus familiares no pudieron ser controlados hasta que llegó la Policía el 23 de diciembre del 2010.
“No lo podíamos creer, mi hermano era un hombre sano, de quien nunca me hubiera imaginado algo así. Fue un impacto muy fuerte en la familia”, expresa su hermana Yolanda A.
[[OBJECT]]Eran como las 22:00 -relata- y fuimos a su departamento porque no contestaba su teléfono y nos preocupamos. “Se divorció un año antes y no veía a sus pequeños. Luego supimos que una deuda lo tenía atormentado y por eso tomó la decisión de quitarse la vida”. Según sus familiares, Ólger (nombre de la víctima) había pedido dinero a un supuesto usurero para pagar unas cuentas pendientes en las tarjetas de crédito y poder dar una mejor pensión alimenticia a sus dos hijos.
El caso de Ólger fue uno de los 179 suicidios en Quito, en el 2010. 163 casos se registraron en el 2009 y 174 en el 2008. Según las cifras del Observatorio Metropolitano de Seguridad Ciudadana (OMSC), entre enero y noviembre del 2011 se presentaron 161 hechos.
Para el vicario y ex director de Pastoral de la Universidad Católica, Federico Sanfeliú, el suicidio aumenta en estas épocas, incluso por temas vinculados a la violencia, como la usura y la extorsión.
“Los hechos de delincuencia sí afectan para que las personas tomen este tipo de decisiones. Puede ser porque no quieren afrontar realidades o por desesperación. En la Iglesia tratamos de ayudar a estas personas”, manifiesta.
El padre católico menciona casos que ha atendido en Solanda, sector en donde presta sus servicios, que le han llamado la atención. “Son personas que tienen otra visión del mundo, muchos de ellos son débiles y siempre están a la espera de afecto y comprensión de los demás, sobre todo de sus familiares y allegados”.
Sanfeliú sostiene que ha visto hechos en los que las personas se endeudan con usureros y no saben cómo salir de ese círculo. “A veces son deudas iniciales de USD 300 ó 500, pero que con un interés muy alto la situación se vuelve insostenible y algunas víctimas prefieren suicidarse aun teniendo familias, hijos…”.
Yolanda dice que después de las investigaciones que se realizaron con los amigos de Ólger y sus vecinos, concluyeron que el usurero -a quien la víctima debía más de USD 10 000- había ido a visitarlo en varias ocasiones hasta que lo amenazó de muerte.
“Justo mi hermano se quedó sin trabajo unas semanas antes de Navidad del 2010 y tres hombres le habían dicho que si no paga-ba lo asesinarían o harían daño a sus pequeños”.
La familia de Ólger no supo más sobre la persona a quien él debía dinero. “No encontramos documentos firmados ni pagarés, todo se basaba en amenazas”.
Para el psicólogo Ignacio Silva, los suicidios aumentan en esta época del año por la desesperación, la tristeza y la soledad, en la mayoría de los casos.
Al consultorio -dice el profesional- han ido personas que se separan de sus familias por diversos problemas, algunos migratorios, otros sentimentales, laborales. En gran parte -continúa el experto- se dejan afectar por eso al grado de llegar a pensar que la mejor solución es desaparecer definitivamente. “Uno de esos casos también es la extorsión. Uno no se imagina la magnitud en que estas amenazas pueden desesperar o hasta enloquecer a una persona”.
El psicólogo cuenta que hace dos años tuvo un paciente a quien lo amedrentaban por deber dinero. “Lo amenazaron con matar a su bebé, él prefirió morir antes de que ocurriera una desgracia. Uno como profesional trata de aconsejarlos, pero son los pacientes quienes toman las decisiones”.
A la casa de Ólger fueron miembros de la Policía y de la Cruz Roja, pues Yolanda, desesperada, había llamado a las unidades de auxilio. De acuerdo con los datos del Observatorio, los suicidios se diferencian en cinco categorías: ahorcadura, muerte por arma blanca, de fuego, intoxicación y precipitación.
El mayor número se concentra en el primer tipo. Entre enero y noviembre de este año, 119 personas murieron por ahorcamiento. Una fue por arma blanca, 13 por arma de fuego, 22 por intoxicación y seis por precipitación.
Para Henry Ochoa, socorrista de la Cruz Roja, las personas ahora prefieren una muerte rápida, sin mucho dolor o agonía. Hace unos 15 años -recuerda- las muertes que atendíamos por las llamadas de emergencia se registraban por intoxicación, es decir, que la gente se tomaba pastillas, insecticidas e incluso diablillos.
“Hoy no es así, supongo que la mayoría de gente quiere acabar con el sufrimiento rápidamente y la ahorcadura, la precipitación o el arma de fuego causan una muerte súbita”.
Para Ochoa, los casos que ha podido presenciar generalmente han estado vinculados al factor económico y familiar. “Son personas que deben dinero, les cobran con intereses y no hallan salida, otros casos son el abandono en sus hogares, de lo que hemos visto, generalmente viven solos”, explica el socorrista.
Los pequeños hijos de Ólger recuerdan a su padre como una persona tranquila. Yolanda dice que prefirieron que los niños no se enteraran sobre la forma en que murió su padre. “Parte de esto fue el deseo de brindarles a ellos un mejor futuro, él jamás hubiese querido proyectarles una mala imagen”, expresa su hermana aún con dolor y amargura.
La compañía
Los expertos en psicología y socorro, Ignacio Silva y Henry Ochoa, opinan que es importante que las personas que pasan por separaciones sentimentales y laborales reciban el apoyo de sus familiares.
Así también aconsejan estar pendientes de los problemas de los miembros de la familia. Hay casos de extorsión que no se denuncian por temor a represalias contra la víctima o sus seres queridos, com o hijos o padres.
La Policía recomienda que los casos de usura y extorsión se pongan en conocimiento de las autoridades para poder ayudar.