El lugar ya no tiene las marcas de hollín. En la plazoleta de Guápulo, los brochazos de pintura blanca borraron las marcas del fuego que la madrugada del sábado 23, causó la muerte de David M. y dejó a Joffre R. con quemaduras de segundo y tercer grados en el 40% de su cuerpo, sobre todo en sus piernas.
Todavía no se esclarece cómo fue que los jóvenes llegaron hasta ese lugar del barrio ubicado en el este de Quito ni en qué circunstancias sucedió el hecho ni quiénes propiciaron el ataque con fuego. Carmen Ayala, vicepresidenta del barrio, afirmó que pidieron un informe de la investigación sobre el caso y hasta el lunes esperan recibir la información de la Policía Judicial.
En el área de quemados, Joffre R. recibe tratamientos de limpieza y curación de las heridas pasando un día y el viernes ingresó nuevamente al quirófano. “Los médicos dicen que el daño es muy profundo en sus piernas y que solo queda esperar hasta que se curen”, cuenta su hermano Wilson. Él también afirmó que no hay un pronóstico establecido, porque, aunque les dijeron que la sangre no está circulando hasta los pies, ha evolucionado levemente y aún no saben si perderá algún miembro inferior.
En el sector, aunque entre semana los negocios de comidas atendían en el mismo lugar donde ocurrió el incidente, la mañana de ayer no se instaló la feria de los sábados y pocas personas transitaban por ahí.
Alrededor del mediodía de ayer, ubicada a cuatro metros de donde ocurrió el ataque a los jóvenes, la Unidad de Policía Comunitaria (UPC) de Guápulo, permanecía cerrada y nadie respondía a su puerta. Moradores de casas aledañas conversaban en una de las angostas veredas. Uno de ellos decía: “Como ve, siempre está cerrado. Este es un barrio sano, pero el problema es la falta de atención de la Policía”.
La dueña de un negocio cercano a la plaza opinaba lo mismo. Ella contó que hace un año su local fue víctima de la delincuencia y cuando fue a pedir ayuda a la UPC no encontró a nadie. Según su testimonio, un caso similar ocurrió hace unos meses cuando asaltaron un negocio de computadoras.
La señora, que además dijo sentirse apenada por el desprestigio que ha afectado a su barrio, aseguró que nunca antes había ocurrido un hecho similar y que quienes cometen delitos no son habitantes de Guápulo.
“Somos un barrio muy organizado, en especial con el apoyo de la UPC. Aunque es verdad que en ocasiones la Unidad no abastece las demandas del sector porque incluso tiene que dar servicio a sectores como La Floresta”, comentó la vicepresidenta de Guápulo. Según dijo, por estas razones, han solicitado la presencia de policías metropolitanos en el sector del mirador y un punto seguro con un policía motorizado para reforzar el control.
Según sus datos, en Guápulo viven alrededor de 4 000 personas; mientras que en la UPC están asignados apenas seis policías fijos que tienen que rotar para complementar la atención de otros barrios. También cuentan con la presencia de un séptimo oficial de apoyo.