Hilda Calo. Comerciante de Alluriquín.
A veces, las personas nos contradecimos a la hora de reclamar mayor seguridad. Por un lado exigimos que la Policía Nacional cumpla con su trabajo, pero nosotros no hacemos nada para ayudarlos.
En Alluriquín robaron un centro de computación el 1 de enero pasado. Algunas personas se percataron de que algo extraño pasaba, pero no dieron aviso. Se quedaron callados. Cuando les preguntamos por qué hicieron eso, resulta que no tenían el número de los vecinos ni de la Policía.
La seguridad no se puede lograr con vecinos que no creen en la solidaridad, en la ayuda desinteresada al prójimo.
Yo tengo abierto mi local de venta de ropa hasta altas horas de la noche todos los días.
Si veo a personas sospechosas enseguida llamo a los vecinos y les digo que no se duerman, que estén pendientes. Que hay extraños en la parroquia.
Si no nos organizamos, nadie lo va a hacer por nosotros. Los delincuentes estudian los sectores donde van a robar.
Si se dan cuenta que es un barrio unido, donde los vecinos se ayudan, entonces van a pensar dos veces antes de dar un golpe.