Patricia C., Víctima de la inseguridad en Santo Domingo de los Tsáchilas.
Desde hace cinco años, tengo un puesto de comida rápida, en el centro de la ciudad. Cuando empezamos el negocio estaba en una de las calles principales de la ciudad. Era una carpa con ocho sillas y dos mesas. Yo me encargaba de cocinar y mi esposo atendía a los clientes. Como las ventas eran buenas, decidimos solicitar un préstamo bancario y alquilar un local pequeño.
Los gastos del negocio aumentaron porque debíamos pagar los servicios básicos y darle mantenimiento al local. Luego de un año las ventas empezaron a bajar porque la competencia creció. Por ello decidimos prescindir de los servicios de seguridad.
Mi esposo dormía todas las noches en el local y así evitábamos que nos robaran. Cierto día decidimos asistir a una fiesta de unos amigos. Cerramos el local a las 21:00. A las 03:00 mi esposo me llevó a la casa y se fue en un taxi a dormir en el pequeño restaurante. A los 15 minutos recibí una llamada. Era mi esposo, para contarme que nos habían robado.
Cuando llegué solo habían dejado una mesa grande, los cubiertos y la basura de ese día que no habíamos alcanzado a sacar. No pude hacer nada más que llorar toda la noche. Al día siguiente pusimos la denuncia en la Fiscalía, pero no sirvió porque nunca atraparon a los sospechosos.
Los vecinos nos dieron características de las personas que nos robaron. Nos dijeron que habían llegado en una camioneta roja y que abrieron la puerta de metal con unas llaves. Unos amigos nos dijeron que ese local han robado varias veces y del mismo modo.
Luego de esa experiencia no tuvimos más alternativa que regresar al negocio inicial. Volvimos a colocar la carpa con las sillas. Sin embargo, perdimos muchos clientes y a pesar de que el robo ocurrió hace seis meses, económicamente todavía no nos hemos podido recuperar.