Soy deportista y siempre me ha gustado jugar fútbol en ligas barriales. Era un día domingo y me dirigía hacia el sur de la ciudad porque tenía un partido.
[[OBJECT]]Tomé un bus público en el norte, a pocas cuadras de mi casa. La unidad, como de costumbre, estaba llena. Yo estaba muy cansado. Al seguir avanzando observé que la última fila estaba vacía.
Me senté de inmediato, al poco tiempo noté que dos hombres se subieron al transporte. Me llamaron la atención porque uno de ellos tenía varias cicatrices en su cara y porque saludaron con el chofer y el ayudante del bus.
La una persona se quedó conversando con el chofer y la otra se sentó a mi lado. Esta, de inmediato, empezó a platicar conmigo, pero yo empecé a sospechar. No le presté mucha atención, solo intenté seguirle la conversación pero yo miraba a la ventana.
El hombre me pidió un dólar y se lo di para que me dejara tranquilo. Después de un corto tiempo me preguntó si tenía celular. En ese momento me acordé de que tenía dos celulares en mi bolsillo; uno le pertenecía a un compañero de la universidad que me lo había encargado el día anterior. Le dije que sí y metí la mano en mi bolsillo para sacar mi celular, de poco valor, y salvar el celular de mi amigo, que costaba mucho dinero.
Estaba tranquilo, ya que mi celular costaba muy poco, pero el hombre se molestó cuando le pedí que me dejara sacar mi chip. Me preguntó con su voz gruesa si estaba bravo y sacó de la parte posterior de su pantalón un cuchillo grande y me apuntó.
En ese momento sentí miedo y me preocupé por mi vida. Las personas que iban en el bus observaban todo lo que sucedía y se hacían los de la vista gorda.
El chofer del bus tampoco hizo nada, pero saqué fuerzas y le dije que no y corrí para bajarme del bus. El hombre dejó de amenazarme, se quedó sentado y como si nada pasara en el bus, ya me había robado el celular.
Al principio estuve un poco nervioso, pero luego pensé que ya estaba seguro y a salvo. Tomé otro bus para ir a mi partido y para tratar de olvidar lo que había sucedido en el camino.
Jamás denuncié el robo pero sí me quedó de experiencia: ya no me siento en la parte posterior de los buses. Lo que sí me indignó mucho, sentí coraje, es que los señores transportistas permitan que suban personas a sus unidades y roben a los clientes.
La Policía debería brindar seguridad a los usuarios del servicio de transporte público y evitar que sucedan robos como el mío.