El sacapintas actúa en sitios desolados

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‘Estaba nerviosa por mi hijo de 10 meses. Nos quitaron lo que llevábamos y se fueron corriendo”. Estela P. lo rememora. Minutos después de las 09:00, llegaron hasta un banco en el sector La Mariscal, centro-norte de Quito. “Llevaba a mi hijo en brazos, no tuve que hacer colas ni noté nada extraño”, dice la mujer de 21 años, quien ese día también estaba con su esposo, Felipe P.

El pequeño los acompañaba porque antes habían ido a consulta en el Hospital Baca Ortiz. Su bebé, José, había sido diagnosticado con displasia en la cadera.

Retiraron USD 1200 del banco, para pagar por un trabajo a los empleados de su negocio, una productora de audio y video.

fakeFCKRemoveAl salir intentaron tomar un taxi. Pero en la espera fueron rodeados por tres hombres. “No tenían apariencia de ladrones, parecían jóvenes comunes; cualquiera los confundiría con estudiantes”, comenta la mujer. Los extraños sacaron cuchillos y los arrinconaron. Los asaltaron en la calle Cordero.

Entre el 5% y 10% de denuncias recibidas por la Fiscalía de Pichincha responde al robo de clientes bancarios: sacapintas. De enero a octubre de este año la Dirección Nacional de Policía Judicial registró 188 casos en Pichincha. “El término sacapintas no está definido de esta manera en el Código Penal. Se lo considera, más bien, como robo agravado y la sentencia puede ser de 3 a 5 años”, aseveró Edwin Pérez, fiscal de la Unidad de Delitos Contra el Patrimonio Ciudadano.

Felipe cayó al piso mientras Estela, con el bebé en brazos, era amedrentada por uno de los hombres, quien la amenazó con lastimar al niño si no se dejaban robar. Ella entregó su cartera y Felipe les dio la bolsa con la plata; los hombres huyeron.

Felipe sangraba. Sufrió un corte menor a la altura del abdomen. “Los sacapintas siguen a las personas que retiran elevadas cantidades de dinero hasta los LIA (Lugares Ideales para el Ataque), no importa si toman taxi, bus, vehículo particular o si se movilizan como transeúntes, ellos escogerán el lugar con menos congestión vehicular y poco o nada de gente”, dice Silvio Dávila, jefe de la Unidad de Delitos contra la Propiedad de la Policía Judicial.

Gonzalo M. fue atracado en su auto. Esa mañana había ido desde su casa en Calderón hasta un banco en el sector de Cochapamba (noroccidente de Quito). Era martes, pasadas las 11:00, y realizó un retiro de USD 4000, para finiquitar un negocio personal.

“En la ventanilla noté un comportamiento extraño del cajero. Contaba el dinero lentamente y lo mostraba para que todo el mundo observara. Era fácil darse cuenta que retiraba bastante dinero, luego recontó en la máquina”, narra Gonzalo.

A pesar de ello, salió de la entidad bancaria, miró a su alrededor por prevención y subió a su vehículo Lada. Condujo con dirección norte-sur, por la avenida Mariscal Sucre. “Fui a alta velocidad, me sentía inseguro”. Llegó a un aparcamiento del Centro Histórico. Al bajar de su vehículo, fue sorprendido por dos desconocidos que lo apuntaron con armas de fuego.

Gonzalo gritó por ayuda y recibió un golpe en la cabeza con la cacha de una pistola. Nadie le brindó auxilio. “Una más y te mato”, advirtió uno de los hombres. Le quitaron la chaqueta y huyeron. El dinero estaba en los bolsillos de esa leva. Las cámaras del banco registraron que cuando Gonzalo recibió el dinero, el cajero hizo una seña. “El banco ofreció realizar una prueba de polígrafo al joven y dijo que el resultado fue negativo”, refiere Gonzalo.

“Esta situación nos tiene muy preocupados porque definitivamente alguien les avisa a los delincuentes quiénes son las personas que retiran cantidades elevadas de dinero”, dice Dávila. “Aunque no podría asegurar que los cajeros de bancos sean cómplices. En las colas esperan los delincuentes para observar las transacciones que se realizan”.

La Policía Judicial asegura no recibir la colaboración requerida en las agencias de bancos. “Dificultan el acceso a videos de seguridad. Siempre hacemos pedidos”, sostiene Dávila.

Gonzalo fue hasta el establecimiento educativo donde laboraba y ahí recibió atención médica. “A los cuatro días del asalto me permitieron ver el video de seguridad de ese día”. Como resultado de las investigaciones no se halló ni culpables ni el dinero robado.

Pérez recomienda a la ciudadanía que denuncie. “Tratamos siempre de entrevistarnos con la víctima a fin de que nos pueda proporcionar la mayor cantidad de datos. Delegamos un agente investigador. Sí hay resultados en este tipo de casos”.

Dávila dice que mediante esta modalidad de robo las víctimas han perdido, en lo que va del año, de USD 1 200 a USD 23 000. Además, atribuye el origen de este delito a otros países. Pero aclara que “ahora operan en esta modalidad ecuatorianos y extranjeros”.

Rubén Bravo, sociólogo y académico en la Universidad Politécnica Salesiana, cuestiona que se establezca un vínculo entre inmigración e inseguridad. “Como es difícil establecer culpables de la delincuencia, una manera de descargar esa energía es estigmatizando a personas extranjeras”.

Gonzalo es jubilado pero ahora, las escasas veces que va al banco, cuenta su historia al jefe de agencia. Además, aprendió a realizar transacciones por Internet.

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