Cada vez que Paola L. y su tía Macarena S. regresan de un viaje acostumbran llamar a su familia. Las 18 horas de camino de Macará a Quito las agotaron, pero en casa de su tío esperaban saber que habían llegado sin novedad.
Macarena ingresó presurosa a su vivienda, ubicada en La Vicentina, centro norte de la capital. Dejó su equipaje en el piso y se dirigió a la sala para tomar el teléfono inalámbrico.
“Pero el teléfono no estaba”, recuerda Paola. Su asombro fue mayor cuando recorrieron el primer piso del domicilio. Faltaban electrodomésticos: televisor, licuadora, grabadora y otros teléfonos. En la segunda planta el escenario solo fue más desolador. Allí, la ropa, los adornos y los zapatos estaban dispersados. No encontraron las joyas, carteras y otros artículos personales.
Lo raro, dice Paola, es que las cerraduras no estaban forzadas. “Nosotros sospechamos que era un guardia del conjunto, porque tres meses antes mi tía encargó la llave del departamento en la garita y estas se perdieron. El error fue no cambiar las chapas”. El hombre que perdió la llave ya no laboraba en el conjunto cuando se produjo el robo.
Para Edwin Pérez, fiscal de la Unidad de Delitos contra el Patrimonio Ciudadano, durante los feriados hay más robos a domicilios, sin violencia. Los ladrones ingresan porque las familias viajan y dejan la casa sola. “Las viviendas quedan desprotegidas, los delincuentes hacen una vigilancia previa y actúan en grupo”.
De enero a septiembre del 2010, en Pichincha la Policía Judicial (PJ) registró 1905 robos a domicilio, mientras que a escala nacional la cifra fue de 7 849. Según el mayor Silvio Dávila, subjefe de delitos de la Policía Judicial, hay dos tipos de robo a domicilio: sin violencia y por asalto.
En el primero la principal modalidad es el estruche: ingreso a una casa sin forzar seguridades. Allí, principalmente, actúan cómplices: falsas empleadas domésticas o supuestos guardias.
Otra modalidad es la ‘fractura’. Dávila refiere que consiste en romper la cerraduras de las puertas o las ventanas. “Los delincuentes esperan que la gente salga. Esta manera presenta la mayor cantidad de denuncias”. El asalto, en cambio, busca que los habitantes estén en casa, para reducirlos con armas y acceder, bajo chantaje, a objetos de valor.
Karol B., de 22 años, se encontraba en su departamento cerca de la Universidad Central, centro norte. En el edificio nuevo de 20 departamentos solo habitaban cuatro familias, por lo que no contaban con guardianía privada y la mayor parte del día los propietarios permanecían fuera.
Esa tarde estudiaba en su cuarto, cuando escuchó gritos de su compañera de casa. “No, no, no”. De pronto, una pistola apuntaba su nuca. Con un golpe en la cabeza y al grito de “no te muevas” los asaltantes advirtieron a Karol que no intentara mirarlos. Las amarraron y sentaron en el piso.
“Me dieron golpes con la mano en la cabeza, mientras mi amiga lloraba del pánico”, dice Karol. Las dejaron en el cuarto, mientras ellos apilaban objetos en el pasillo. “Dos de los ladrones hablaban malas palabras y uno decía que todo va a estar bien”.
Los hombres dejaron a las víctimas atadas de manos y pies en una de las tres habitaciones del departamento. Encerradas y sin acceso a teléfonos, las jóvenes escucharon cómo los desconocidos robaban en otros pisos del bloque. Desde ese día, la mujer permanece atenta de los vehículos que se estacionan en la puerta y no confía en ningún extraño.
Pérez reconoce que “es bastante complejo recuperar los objetos robados, porque, por lo general, las personas que se han involucrado en el hecho jamás se quedan con las cosas, hay un intermediario”. La mayoría de casos no se resuelve, por la cantidad de denuncias que llegan a la Fiscalía, de 10 a 15 diarias, sostiene.
Luis Arce, de la Unidad de Policía Comunitaria Quito Tenis, insiste en la importancia de contar con una ciudadanía organizada. Su unidad realiza patrullajes en su zona, pero él recomienda que en este feriado se les comunique si alguna familia va a salir de viaje para ofrecer especial atención. En el 101 se puede solicitar el teléfono de la UPC de su barrio.
La Policía aconseja que minutos después de haber ocurrido un robo, asalto… la víctima denuncie. “Así los uniformados actúan de inmediato. Montan operativos y recorren los sitios más vulnerables. La posibilidad de encontrar a la banda o al agresor se eleva”, sostiene Arce.
La familia de Paola no denunció el robo sin violencia, por el trauma que les ocasionó el incidente. “Mi tía quedó muy afectada y precavida”. Karol acudió a denunciar en la PJ de Pichincha; pero después de tres meses se acercó a averiguar si las investigaciones habían dado resultado y la respuesta fue negativa.
“El asalto a domicilios se da en menor porcentaje. Pero el impacto es mayor, pues los delincuentes ingresan a la casa cuando las personas están ahí”, dice Dávila. En las estadísticas proporcionadas por la PJ no se especifican cuántos de los 7 849 robos registrados de enero a septiembre son por asalto ni cuántos por estruche o ‘fractura’.
En los asaltos, continúa el oficial, son atados todos y los ladrones escogen a un miembro de la familia para que les indique la ubicación de cajas fuertes, dinero en efectivo, joyas y otros.
Esa experiencia vivió Daniel H. El capitalino visitaba a sus padres, en la av. De los Shyris, norte de Quito. Conversaba con su madre en un habitación, mientras sus hijos jugaban en la sala.
Después de las 19:00, el sonido de la alarma los sorprendió. “La puerta de la sala estaba abierta y en ese momento oímos que alguien entró”, dice Daniel. Desconocidos armados maniataron a su familia. Para ingresar al patio habían saltado el cerramiento.
Las recomendaciones
Forme redes de comunicación con las familias que habitan en las casas cercanas a la suya y que son de confianza.
Mantenga los cerramientos altos; es recomendable colocar vidrios rotos mezclados con cemento. Así se dificultará el ingreso de extraños.
Si tiene un jardín amplio, manténgalo limpio y podado para evitar que sirva de camuflaje de personas desconocidas. Si mira que extraños merodean el terreno, avise a la Policía.
Instale cortinas o persianas que impidan la visibilidad hacia el interior de su casa; y protectores metálicos en las ventanas.
Permanezca en el vehículo hasta que se cierre o se abra completamente la puerta de su garaje. Si observa un movimiento extraño no active la puerta.