El miércoles, cerca de La Y, norte de Quito, murió Pedro Simbaña. La Policía recogió un celular y su mochila, en el lugar. Foto: Alfredo Lagla/El Comercio
Desde lejos notó que una muchedumbre formaba un círculo. Segundo se abrió paso entre decenas de personas mientras el corazón le palpitaba fuerte. En el centro, sobre la vereda, estaba su hijo Kevin, inmóvil, sin pulso y con la camiseta manchada de sangre.
Tenía 15 años, era el tercero de cuatro hermanos. La noche del 25 de octubre del 2014 recibió dos puñaladas cuando se resistió a un asalto en el sector de El Inca, en el norte de Quito.
Segundo lleva grabada esa imagen en su mente. Tiembla al recordar las palabras del paramédico, que en un tono pausado le confirmó que ya no había “nada que hacer”.
La muerte de su hijo fue por una radio vieja, que nunca sintonizó bien las emisoras. Fue el regalo de un hermano.
El robo es una de las motivaciones frecuentes por las que se dan crímenes contra adolescentes. Otras causas son las riñas y problemas entre jóvenes, detallan agentes de la Dirección de Delitos Contra la Vida.
El miércoles se dio otro caso. El cuerpo de Pedro Simbaña quedó sobre la acera, cerca de su colegio, el Central Técnico.
Las primeras versiones, no oficiales, sobre este caso señalaban que fue un ataque por resistirse al robo de su celular.
Pero la Policía halló el teléfono junto al cadáver. La pareja que lo interceptó ese día en la avenida Gaspar de Villarroel tampoco se llevó su mochila. Los desconocidos empujaron al amigo que lo acompañaba, y apuñalaron a Pedro en el pecho.
Por ahora, la Policía maneja la investigación con hermetismo. Su tío, José Simbaña, cree que el crimen “ya fue planificado” y mencionó “problemas” que habría tenido por una novia.
Los crímenes contra adolescentes representan entre el 4% y 5% de todos los homicidios que se registran en el país. Entre enero y junio de este año, en total, a escala nacional se reportaron 525 víctimas mortales de todas las edades.
La noche en la que murió Kevin, su padre veía televisión en casa. El adolescente le había dicho que iba a la tienda a comprar pan. Sus dos hermanos y un primo le acompañaron. Uno de ellos entró al local, mientras Kevin, en la puerta, escuchaba la radio con sus hermanos.
No vio que tres hombres se le acercaban e intentaron arrancharle el aparato. Él no quiso dárselo, forcejearon. Uno de los desconocidos sacó dos cuchillos de la mochila y fue cuando todos corrieron. Pero el adolescente se tropezó y recibió las heridas en la espalda.
El muchacho tenía los ojos abiertos cuando su padre lo tomó en brazos.
Javier S., otro adolescente de 14 años, también murió acuchillado. Zoila recuerda que la noticia de la muerte de su hijo la dejó en estado de ‘shock’. Se derrumbó cuando vio su delgado cuerpo sobre la mesa de la morgue de Medicina Legal.
El muchacho no perdió la vida por un robo. En su caso fueron problemas con otro chico de su mismo edad. La cámara de seguridad de una gasolinera, en el norte de Quito, grabó el crimen. Ocurrió el pasado 26 de junio, a pocos metros de ese negocio. Javier se encontró en ese lugar con otro adolescente, con quien inició una pelea.
Javier era un poco más alto y arrojó al piso al otro muchacho. Cuando estaba sobre él, otro chico se abalanzó por su espalda. Le dio dos puñaladas.
Mientras el adolescente intentaba pedir ayuda, antes de caer boca abajo, los dos muchachos se lavaban las manos en la gasolinera. Llevaban el uniforme de un colegio capitalino.
Luego de esto huyeron. La Policía los halló en las aulas de clases. Incluso el arma que se utilizó estaba en poder de otro menor de edad, quien -contó- que le pidieron que la guardara.
En ese caso, los dos menores de edad fueron aislados. Los agentes todavía investigan cuáles fueron esas diferencias que originaron el crimen.
Detrás de la muerte de un joven también se esconden rivalidades por equipos de fútbol, grupos juveniles y por novios. Los policías que investigan estos crímenes incluso mencionan que se dan amenazas.
Cuando la motivación son los robos, por lo general se tratan de pequeños montos. “Los muchachos no suelen cargar grandes cantidades de dinero, pero sí poseen teléfonos inteligentes”, asegura un oficial.
Al padre de Kevin le indigna que su hijo haya fallecido por una radio que no tenía valor económico. A pesar del dolor que todavía siente, lo único que le fortalece es saber que el responsable está preso. Esa misma noche fue detenido.
Y un año después recibió una sentencia por robo con muerte. El Tribunal Primero de Garantías Penales de Pichincha lo condenó a siete años de cárcel.
La principal prueba fue el cuchillo en donde se halló la sangre de su hijo. Él era un buen estudiante. Quería ir a la universidad y ser contador.
El momento que fue apuñalado, sus hermanos trataron de enfrentar al agresor, el mayor recibió un corte en el cuello. Una delgada cicatriz es el recuerdo de esa noche, en la que falleció Kevin.
En contexto
Los asesinatos contra niños o adolescentes son castigados de forma severa en el Código Orgánico Integral Penal. Para estos casos, la legislación aumenta la condena en un tercio. Es decir, los sospechosos pueden purgar condenas hasta de 34 años de cárcel.