En la terminal terrestre de Santo Domingo, un agente pide documentos a un chofer. Foto: EL COMERCIO
Es jueves y en la terminal terrestre de Quitumbe, en Quito, hay cinco buses a punto de salir a sus destinos. En la puerta, antes de partir, un agente de tránsito revisa los neumáticos, el botiquín de primeros auxilios y verifica que el conductor no tenga aliento a licor.
Tras la inspección, que no pasa del minuto, el uniformado levanta el pulgar y da paso para que cada vehículo abandone la terminal. Esta es la revisión de rutina.
El martes 7 de marzo del 2017, la unidad PAV-1200 de la Cooperativa Flor del Valle, también pasó por ese control en Cayambe, pero los agentes no detectaron ninguna anomalía.
Sin embargo, en la Panamericana Norte, antes de arribar a la capital, el bus se accidentó. Chocó a una camioneta y luego cayó a un barranco. Hubo 12 fallecidos y 25 heridos.
La Agencia Nacional de Tránsito (ANT) adelantó que una falla mecánica pudo desencadenar el accidente. El miércoles, los familiares de las víctimas tienen previsto reunirse con funcionarios del Seguro de Accidentes (Sppat).
Tras este suceso, las dudas crecieron. ¿Hay controles al estado mecánico de los buses? ¿Cómo es la vigilancia en las terminales? EL COMERCIO preguntó eso al coronel Wilson Pavón, director nacional de Control de Tránsito de la Policía. El oficial aseguró que su trabajo consiste en explorar el estado físico del conductor y que hay “otras instancias” que analizan si el vehículo tiene daños técnicos o mecánicos.
Por eso, antes de que las unidades salgan de viaje, los uniformados piden el documento de la revisión técnica.
Entre el jueves y viernes, este Diario recorrió las terminales de Quito, Ibarra, Santo Domingo, Guayaquil, Riobamba y Cuenca, y constató cómo son los chequeos antes de que los buses salgan de los terminales.
En Ibarra, por ejemplo, no se realizan controles diarios a las unidades que cubren la ruta intercantonal e interprovincial. En esa ciudad, cada tres minutos sale un autobús a los cantones de Imbabura, y cada 10 hacia otras provincias.
El último chequeo que los agentes hicieron fue durante el feriado de Carnaval, recuerda Rubén Gutiérrez, chofer de la empresa Expreso Turismo. “Lo que controlan es que las ventanas no estén fisuradas, que los focos y limpia parabrisas funcionen y que las llantas tengan labrado”, explica.
Germán Fuentes, administrador de la Empresa Terminal Terrestre de Ibarra, admite que los controles no se realizan diariamente, sino durante los feriados y de manera aleatoria dentro y fuera de la terminal.
En Santo Domingo sucede algo similar. Las verificaciones de seguridad son superficiales. El jueves, este Diario comprobó que solo un policía, ubicado en una garita, pedía los documentos a los conductores.
Andrea Carvajal, subgerenta de la terminal de esa ciudad, explica que este tipo de inspecciones se realizan esporádicamente. La última vez que se lo hizo fue el jueves 2 de marzo, durante tres horas. No hubo novedades. “Nuestra competencia no abarca hacer inspecciones a los buses, pero sí podemos pedir una cooperación a la Policía, a la ANT, a la Comisión de Tránsito y a la Empresa Municipal de Transporte”.
El gerente de la Empresa de Transporte de Santo Domingo, Héckel Vega, comenta que se adelantan gestiones para que en la terminal haya personal especializado para la revisión de las unidades. Sin embargo, el funcionario advierte que el buen funcionamiento de los sistemas, sobre todo el de los frenos y de la transmisión es responsabilidad de los propietarios.
En la Cooperativa Andina, por ejemplo, hay una comisión que se encarga de vigilar el estado mecánico de los vehículos. Según sus directivos, los buses trabajan 21 días y luego se paralizan 48 horas, “para una inspección mecánica minuciosa”.
En la terminal terrestre de Cuenca, agentes civiles de tránsito controlan la salida diaria de las más de 720 frecuencias de transporte público.
Por lo general solo se revisan los papeles de la aprobación de la revisión técnica que se cumple una vez por año, la matrícula, licencia, el permiso de operación, etc. Solo en los feriados se cumple con el chequeo físico, dice Freddy Bonilla, coordinador de la oficina de la Empresa de Movilidad de la terminal. En estos casos, los agentes de tránsito revisan el estado de las plumas, luces y los neumáticos.
En la terminal terrestre de Guayaquil también se chequea esos dispositivos.El jueves, dos unidades recibieron un sello de inhabilitación por tener problemas en las llantas.
Entre enero y el 8 de marzo, a 491 buses interprovinciales e intercantonales se les prohibió viajar. Según la Comisión de Tránsito del Ecuador, 139 unidades fueron suspendidas por llantas lisas, 126 por parabrisas en mal estado, 51 por luces rotas y 175 por otros motivos.
El panorama no varía en la terminal de Riobamba. Allí hay dos garitas equipadas con alcoholímetros para comprobar que los conductores de los buses interprovinciales no hayan ingerido bebidas alcohólicas antes de cumplir con sus rutas, pero están cerradas desde septiembre pasado.
Carlos Jara, director de la Agencia Nacional de Tránsito en Chimborazo, dice que eso hay que preguntarle a la administración de la terminal, porque “son ellos los responsables del personal que los opera”.
No obstante, la Unidad de Gestión de Transporte del Municipio de Riobamba, advierte que las garitas se cerraron debido a que los equipos dejaron de funcionar en septiembre del 2016, por falta de mantenimiento.
La ANT Chimborazo dotó de los equipos a la terminal en el 2013, como parte de una estrategia para evitar accidentes viales.
Además, corren con los gastos de suministros de papel.
“Los conductores soplaban, pero el papel no se imprimía y se volvió un caos. Cuando comunicamos el percance a la ANT indicaron que el contrato de mantenimiento se venció”, indicó Jonathan Carrera, director de la Unidad de Gestión de Transporte de Riobamba.