De una maleta verde sacó el uniforme de policía de su hijo. Lloraba, aferrada a la prenda, en la acera norte de la av. Mariana de Jesús, en el acceso al Departamento de Medicina Legal. La madre del cabo segundo Hugo G. no hallaba consuelo, rodeada de una decena de familiares. No lo podían creer.
Los cadáveres de Hugo G. y Marco P., quien no era uniformado, fueron hallados ayer, cerca de las 07:20, en el barrio Francisco Yánez, sector de Santa Anita, en el noroccidente de Quito.
Hasta el lugar llegó el coronel Rodrigo Proaño, jefe del Distrito Eugenio Espejo, quien afirmó que las víctimas habían recibido dos disparos, que segaron su vida.
Según un agente, que prefirió mantener su nombre en reserva, los hombres fueron hallados maniatados. El uniformado relató que una herida de Hugo G. estaba a la altura del cuello. Marco P. tenía marcas de estrangulamiento; su cuello aún estaba rodeado por una camiseta cuando fue encontrado abandonado, dijo.
Los vecinos del lugar dieron las primeras alertas. Una llamada al 911 indicó que dos cuerpos permanecían inmóviles cerca de una cancha deportiva.
El hallazgo impactó a los moradores del barrio Francisco Yánez. Decenas de personas se acercaron a la escena. El miércoles, los moradores habían cercado la cancha y colocado un candado. Una vecina aseguró que allí, hace dos semanas, dos mujeres que huían de un intento de violación fueron auxiliadas. La cancha está cerca de una quebrada.
Mas, ayer los vecinos no escucharon disparos. Por eso, según el coronel Proaño, se presume que el crimen habría ocurrido en otra zona y que durante la madrugada los cuerpos habrían sido abandonados.
Hasta el sitio acudieron siete unidades policiales, entre agentes de Homicidios, Criminalística, Servicio Urbano y Policía Judicial. El levantamiento de los cadáveres se realizó a las 09:30.
“Queremos justicia, iremos hasta las últimas consecuencias para encontrar a los culpables”. La sentencia es de la tía de Marco P. Ella llegó pasadas las 15:00 hasta Medicina Legal. Dijo desconocer la vinculación de su familiar con el policía. Marco P. trabajaba en el aeropuerto Mariscal Sucre.
La madre del policía olía la ropa de su hijo. Tomaba parte de la leva verde oliva de Hugo G. y se refundía en ella. Una pariente le retiró la maleta que había llevado para vestir el cadáver.
“Me lo mataron tan joven”, decía otro familiar. Los fallecidos tenían entre 25 y 28 años. Según el general Juan Carlos Rueda, comante de la Policía del Distrito Metropolitano, el uniformado cumplía funciones administrativas. Antes había estado asignado a una unidad de investigación.
Hugo G. no vestía el uniforme al momento del crimen. Solo se hizo público que era policía cuando sus familiares hicieron el reconocimiento del cadáver, al mediodía. “Siempre le gustó el oficio de policía”, manifestó su tío.
En Quito, de enero a junio , la Policía registró 109 homicidios. Mientras que durante el año pasado se reportaron 115 en igual período del 2011.
La autopsia de los fallecidos se practicó ayer en la tarde. Hasta el cierre de esta edición (18:00), los exámenes continuaban.
No es la primera vez que un uniformado es asesinado. Otro caso sucedió en marzo del 2011, cuando narcotraficantes asesinaron en Píntag (Pichincha) a un policía que seguía un cargamento de droga. Inteligencia señaló que ese alijo posiblemente estaba vinculado al cartel del Norte del Valle, de Colombia.