Una patrulla policial realiza controles de armas, municiones y drogas en La Marujita, en Quinindé. Foto: EL COMERCIO
Los agentes de Inteligencia militar preguntan a los habitantes si los extraños que vieron con uniformes de camuflaje y con fusiles en mano siguen transitando las montañas. No acceden a responder, pero observan hacia el cerro del sitio Mata Palo, ubicado a 5 kilómetros de Majua, Esmeraldas. Hacia el norte, donde los campesinos dirigen su mirada, se divisa una cordillera nublada y el cielo que advierte que se aproxima una lluvia.
¿A quiénes exactamente vieron, y ustedes qué hacían allá? Uno de los testigos anticipa que no quiere involucrarse pero con la reserva de su identidad da pistas.
Le cuenta al agente, que viste ropa deportiva y gorra, que esta vez vio a unos 15 hombres con capuchas negras, y que llevaban un fusil con una culata parecida a la forma del soporte de una muleta.
Era un arma larga, con una alimentadora gruesa y de color negro. “Créame, no se parece a las escopetas que tenemos aquí en el campo”, responde otro habitante, luego de que el investigador replica si no están confundiendo a esas personas con campesinos.
“Nosotros no trabajamos recogiendo frutos con uniformes de tipo militar”, dice otro agricultor alzando la voz.
El 27 de mayo, este Diario reveló las denuncias de habitantes de Majua y Viche, que alertaron sobre la presencia de disidentes de la guerrilla de las FARC que fueron observados por las montañas de esas zonas próximas al cantón Quinindé, en la provincia de Esmeraldas.
Desde entonces, las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional tienen a sus agentes de Inteligencia en esos lugares, con la intención de llegar a las rutas por donde se desplazan.
Esta es una indagación que comenzó luego del aviso de los moradores.
La gente sabe que los extraños caminan por un sendero terrestre cubierto de vegetación. Incluso los vieron vestidos con uniformes similares a los de la fuerza pública y con botas de caucho.
El31 de mayo, este Diario volvió a los poblados de Majua y Viche. Ese día, Inteligencia militar consultó a los vecinos de la primera parroquia, de 2 500 habitantes, si los armados alteraron la tranquilidad.
La propietaria de un negocio les dice que sienten temor y sugiere que vayan al otro lado del pueblo, para que hablen con las personas que dieron la alerta.
Y les indica que caminen a la ribera del río Esmeraldas para cruzar en la gabarra o en lanchas. Ese jueves, cuando los investigadores se aprestaban a tomar una embarcación, se desató una tormenta.
¿Y por estas lanchas se transportan los armados?, pregunta el personal de Inteligencia. “No, ellos se movilizan por las guardarrayas que quedan adentro. Por los ríos Viche y Esmeraldas no hemos visto nada”, responden los pobladores.
¿Saben si alguien de aquí les colabora? “Hace años no habíamos visto a extraños; nos sentimos con miedo, porque no sabemos qué hacen. Somos campesinos dedicados a la agricultura y labores en las fincas de nuestros patrones”.
Este diálogo entre el lanchero y el agente se interrumpe y pronto todos desembarcan para caminar hasta el sitio Palo Grande, frente a Majua.
El grupo de cinco personas asciende por una elevación de tierra, que enseguida se conecta con una casa de descanso dentro de una finca. En los alrededores están los trabajadores, que en medio de la fuerte lluvia recogen las últimas mazorcas de cacao que hay en los sembríos. Cae la tarde y luego de cuatro horas de pesquisa los agentes toman fotos y calibran un GPS para establecer las coordenadas del lugar donde estuvieron y la ruta por donde caminaron los extraños.
El comandante de la Policía de la Subzona en Esmeraldas, Gonzalo Guevara, afirma que los agentes recabaron pistas que dan cuenta que los armados están volviendo a estas rutas de sitios apartados para tratar de traficar estupefacientes.
“Esto puede estar relacionado con un grupo importante de narcotráfico que podría estar actuando a través de estas personas, que saben cómo moverse por esos pasos ilegales”.
En lo que va del año, en Esmeraldas se han decomisado 2 069,93 kilogramos de cocaína y 1 074 kg de marihuana.
En el 2017 fueron 5 154,58 kg de cocaína y 6 111,43 de marihuana, según la Dirección Nacional de Antinarcóticos.
Algunos investigadores aseguran que los caminos maltrechos en Majua y Viche siempre han existido y, de hecho, son usados por campesinos que,
a través de estos, cortan distancias entre los cantones Rioverde (en el norte) y la zona centro, que los lleva a poblados del área rural de Quinindé.
Por eso no descartan que los grupos irregulares los tengan como opción ante el bloqueo de la frontera desde la parroquia Mataje, en San Lorenzo.
Ahí se realizan operativos permanentes desde enero del 2018, cuando empezaron los ataques de las disidencias.
El Ejército y la Policía también enviaron la semana pasada a sus uniformados para hacer controles de droga, de armas y de personas en las vías principales de Majua y Viche.
Hay un grupo denominado de control fronterizo, que se estableció de manera indefinida desde el pasado jueves, en el sitio La Marujita, para fortalecer la seguridad.
Este paso es una conexión directa entre Quinindé, La Concordia y Santo Domingo. Allí, la Policía aprehendió un camión con 12 toneladas de cloruro de calcio, precursor que se dirigía hacia el norte.