La noche de anteayer, los agentes de la Unidad de Lucha Contra el Crimen Organizado (Ulco) de la Policía abandonaron el departamento 3-C, del bloque 1, del edificio La Cuadra I, en Cuenca. Allí vivió más de un año el presunto narcotraficante John Jairo Vasco López.
Los administradores del edificio no se han pronunciado. No se conoce a quién pertenecía el departamento amoblado que rentó Vasco ni cuánto pagaba al mes.
Sin embargo, la Policía y las autoridades del Consejo de Seguridad Ciudadana sabían de hechos anómalos sobre los arrendamientos en Cuenca. Hace dos meses, ellos contaron al experto colombiano en seguridad, Rubén Darío Ramírez, que en la ciudad se alquilan casas o departamentos a mayor precio de lo que normalmente pagan los inquilinos.
Este Diario conoció que, por lo general, en el edificio donde vivía el presunto narco colombiano, los departamentos se arriendan hasta en USD 400. Lo que ahora investiga la Policía es cuánto cubría cada mes John Jairo Vasco.
Cuando el especialista colombiano escuchó la aseveración de las autoridades respecto de los arriendos hizo una declaración tajante: “Eso quiere decir que está llegando gente con dineros dudosos. Pero ¿quién alquila esos departamentos?, los mismos cuencanos o es que las casas no tienen dueños”, se preguntó.
“Esas personas, al igual que Vasco, prefieren zonas residenciales para no levantar sospechas. Como pagan hasta tres veces más del precio real, el propietario no le solicita referencias personales”, dijo otro policía, que anteayer participó en el allanamiento del 3-C.
Según él, todos los documentos, algunas prendas (del hombre y su pareja) y otros objetos decomisados en el departamento por orden de la fiscal de Cuenca, Patricia Novillo, fueron remitidos a su similar de Guayaquil. Esto para exámenes y como pruebas dentro del proceso investigativo.
El departamento está cerrado con grandes cadenas y candados, aún bajo custodia de la Policía. Pero a los vecinos les preocupa el hecho de que ese supuesto ‘peligroso hombre’ fuera parte del diario convivir en el edificio.
“Era atento, como todas las personas que aquí vivimos. Pero hemos vivido expuestos a un peligro con un narcotraficante y líder del sicariato”, indicó uno de ellos. Una mujer dijo que es mejor no hablar, pues teme por represalias.