Xavier Miranda y Paola Alanuca, padres de la menor desaparecida en Quito, enseñan los afiches con la foto de su hija y piden que la devuelvan. Foto: Julio Estrella / EL COMERCIO
La fotografía de Anahí está pegada en las puertas de todas las iglesias del Centro Histórico de Quito. También aparece en las tiendas, postes, paradas de buses e ingresos a los locales comerciales. Xavier Miranda y Paola Alanuca entregan volantes a los peatones y piden que les ayuden a difundir la imagen de su hija.
La rutina de ambos cambió hace ocho días, cuando la niña de apenas dos años y cuatro meses de edad desapareció del local de Internet que la madre maneja en Pueblo Unido, un barrio del sur de Quito.
Desde el pasado 6 de agosto han tenido que acudir a diario a la Fiscalía, hablar con policías, recorrer los barrios de la capital, entregar afiches y preguntar a la gente si la han visto.
A cada persona describen que Anahí mide 70 centímetros, que es de piel trigueña, que tiene cabello corto de color negro. Sus ojos son oscuros.
“No nos detendremos hasta encontrarla”, dice el papá.
La madre recuerda cada detalle del día de la desaparición.
Anahí vestía un enterizo con zapatos rosados. Estaba sentada en la puerta del local y jugaba con su muñeca.
A las 15:00, un vecino entró y pidió usar una computadora. Luego llegó una mujer y solicitó ayuda para ‘hackear’ una cuenta de Facebook. Paola le explicó que no ofertaban ese tipo de servicios y continuó atendiendo al primer cliente.
Cuando regresó a ver a su hija, ya no estaba. Salió a la calle y tampoco la encontró. Corrió, preguntó a los dueños de una ferretería cercana y ellos le contaron que vieron a una mujer que la agarró de los brazos, tapó su boca, la metió en un taxi amarillo y se la llevó.
Los vecinos únicamente alcanzaron a copiar la placa.
La mamá recuerda que gritaba y lloraba. Sus manos temblaban y llamó al padre de la menor. Le contó todo lo sucedido. No sabían qué hacer y acudieron a la Policía.
Los agentes rastrearon la placa y descubrieron que fue clonada. Luego iniciaron la recopilación de evidencias. Tocaron puerta a puerta y preguntaron a los vecinos del barrio si tienen información.
Conversaron con otros familiares de la pequeña y accedieron a los videos de vigilancia.
En esas imágenes se ve a dos personas sospechosas que rondaban el barrio minutos antes de la desaparición.
Inicialmente la búsqueda se centró en Quito, pero un día después, cuando el Ministerio de Gobierno activó la Alerta Emilia, la búsqueda se extendió a todo el país.
En este caso trabajan conjuntamente la Dirección de Desapariciones y Muertes Violentas (Dinased), la Unidad Antisecuestro (Unase) y la Policía Especializada en Niños (Dinapen). Un jefe policial indicó ayer a este Diario que las investigaciones avanzan con la Fiscalía, pero que no puede dar más datos para no perjudicar el rastreo que se realiza.
La Alerta Emilia se lanzó en el 2017. Este es un protocolo de búsqueda inmediata de niños, niñas y adolescentes en Ecuador. Difunde la imagen e información de menores desaparecidos a través de celulares, medios de comunicación, correos electrónicos y redes sociales, como Facebook.
La idea de ese sistema es que la información difundida llegue al mayor número de personas para encontrarla en el menor tiempo posible.
En el caso de Anahí, los familiares aseguran que la Alerta se activó al siguiente día de que presentaran la denuncia por secuestro y desaparición.
Los policías dicen que intensificaron las tareas inmediatamente después de conocer los detalles de lo ocurrido.
La Asociación de Familiares y Amigos de Desaparecidos en el Ecuador (Asfadec) considera que la Alerta Emilia debía activarse el mismo día del hecho. “Se perdió mucho tiempo, las primeras horas después de un secuestro o desaparición son cruciales”, señaló esta organización.
Entre las 11:00 y las 13:00 de hoy está previsto que Asfadec realice un plantón en la Plaza Grande, frente al Palacio de Gobierno. Este evento se denominará ‘Todos somos Anahí’ y tiene como objetivo pedir que las investigaciones se aceleren y solidarizarse con los familiares de la niña.
La mamá se contactó con esa asociación al siguiente día de la desaparición. Les envió el afiche con la foto para que difundieran información en su sitio web. En estos ocho días han recibido el apoyo de familiares y amigos, que han ayudado a entregar los volantes.
En medio de la desesperación, los papás de la niña lograron reunirse con el alcalde de Quito, Jorge Yunda. Él les dijo que “pone todo su contingente a disposición de la familia”.
Paola habló ayer con este Diario y recordó que su hija la acompañaba permanentemente mientras trabajaba en el local de Internet. “Siempre se sentaba en una grada en la puerta del local a jugar con su muñeca o a comer helado”.
Con la voz entrecortada, la mujer solo pide que le devuelvan a su hija. “Apenas tiene dos años, es muy pequeña y necesita los cuidados de su madre”.
El jueves recibió una llamada anónima que aseguraba que habían visto a la niña. Tenían alguna esperanza. Entonces avisaron a la Policía, pero al rastrear la llamada comprobaron que fue desde la cárcel.