La desaparición y muerte de la maestra parvularia Natalia Subía se resuelve como si se tratara de un rompecabezas en el que se van acomodando las piezas. Sus familiares dicen que han vivido un calvario desde que ella desapareció la mañana del 15 de septiembre del 2018 en San Juan, un tradicional barrio del centro de Quito.
Lo último que se supo de ella fue que salió de su vivienda para comprar medicamentos. Antes de irse, la profesora tomó un poco de dinero, las llaves de la casa y se fue. No se llevó el teléfono celular.
Siete meses después, en marzo del 2019, las piezas del rompecabezas comenzaron a juntarse. Una parte de las osamentas del cráneo de la profesora fue hallada en las rejas de una alcantarilla ubicada en una quebrada del barrio Armero, noroccidente de Quito, atrás de la Facultad de Educación Física de la Universidad Central del Ecuador.
Isis, hermana de la víctima, lamentó que una parte del cráneo de Natalia fuera encontrado en el mismo mes de su cumpleaños, en marzo. Siempre guardó la esperanza de que ella continuara con vida y que volviera con su hija Ariana, de 14 años. Ocho meses después les confirmaron que esas osamentas sí correspondían con el perfil de su hermana, luego de los análisis forenses y pruebas de ADN.
Eso ocurrió el 14 de noviembre del 2019 en el edificio de la Fiscalía General, ubicado en la avenida Patria y Juan León Mera. La fiscal en ese entonces a cargo de las investigaciones convocó a los familiares de la desaparecida a una reunión urgente. En la cita les explicaron cómo se realizaron las pesquisas y les dieron la noticia.
Las autoridades salieron de la sala y les dieron 10 minutos para que los parientes se desahogaran. Isis recuerda que lloraron y se abrazaron. No podían aceptar lo que sucedió, no entendían cómo una persona con tanta alegría había muerto y que todavía no apareciera el resto de su cuerpo.
Más de un año transcurrió y la familia Subía recibió otra noticia. A las 11:00 del domingo 11 de julio del 2021, un agente se comunicó con Isis para informarle que los huesos de una pierna y el fémur de otra fueron encontrados en la misma quebrada del barrio Armero en donde se encontró una parte del cráneo de Natalia en marzo del 2018.
“Lamentablemente ese hallazgo no se produjo durante la búsqueda de nuestra familiar, sino dentro de una limpieza rutinaria que el Municipio hizo en la quebrada”, dijo Isis Subía. “Escarbaron con maquinaria pesada y con el brazo metálico sacaron estos huesos”.
Ella se acercó a Medicina legal para identificar las prendas, pero no le permitieron observarlas de cerca para no romper la cadena de custodia. Solo le enseñaron cuatro fotografías en las que se observa que junto a las osamentas había una licra negra exactamente igual a la que su hermana vistió el día de la desaparición. También un zapato de marca Converse, de color negro, como el que Natalia llevaba puesto. “Es lamentable decir que estas dos instituciones (Policía Nacional y Fiscalía) no trabajan de forma coordinada”.
La familia Subía pidió a las autoridades que realicen un trabajo serio porque quieren enterrar a Natalia con dignidad. Isis está segura que esas osamentas son de su hermana, pero ahora debe esperar las pruebas de ADN para confirmar.
La mujer exige que se agilice el trámite. Se quejó que, en tres años desde la desaparición, le han cambiado cinco veces de fiscal y la misma cantidad de investigadores de la Dirección Nacional de Delitos Contra la Vida, Muertes Violentas, Desapariciones, Extorsión y Secuestro de la Policía Nacional (Dinased).
La mañana del jueves 15 de julio, la familia Subía y otros activistas del Comité de Lucha contra la Violencia, Desapariciones y Feminicidios (Covidefem) se reunieron para hacer un pequeño plantón en las calles García Moreno y Mejía del Centro Histórico. Pidieron justicia y que la Policía y la Fiscalía realicen las investigaciones con eficiencia. “Tenemos el nombre de un sospechoso y entregamos esos datos en la Fiscalía, pero esperamos que esa información se investigue pronto”, dijo Isis.
La joven pidió a la Policía Nacional que se reanuden las búsquedas en la quebrada Armero hasta dar con el paradero de más osamentas que puedan coincidir con el perfil de Natalia. Antes de su desaparición, la profesional que hoy tendría 35 años laboraba como profesora parvularia en un centro educativo de la capital. Se prevé que se realicen más plantones en los próximos días para pedir celeridad en las investigaciones.