El hallazgo de 10 toneladas de droga en Ecuador en menos de tres meses es -nadie lo duda- un éxito en términos de inteligencia policial e interdicción; un mérito de la Dirección Antinarcóticos.
10 toneladas… Se trata de una cantidad vasta si se toma en cuenta que la propia Policía estima que el 15% de la droga que se decomisa en el país iba a ser comercializada en el mercado interno (en este caso, 1,5 toneladas).
Ecuador está en la ruta del tráfico de cocaína. Colombia y Perú son los principales productores. La hoja de coca en el amazónico departamento del Putumayo, fronterizo con Ecuador, tiene el precio más bajo (1 557 pesos el kilo) dentro del territorio colombiano, según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc).
El dato es relevante, si se toma en cuenta que este año se determinó que cocaína de alta calidad, que se estima no pudo salir del país, se distribuye para el consumo en barrios de Quito. Durante el 2013, Antinarcóticos efectuó cerca de 7 000 operaciones en el país y el 85% de ellas tuvo un desenlace revelador: el hallazgo de redes que trafican drogas para el consumo local.
El país está en el mapa de usuarios de narcóticos. En el último Informe Mundial sobre las Drogas de la Unodc hay una alerta mundial sobre las ‘nuevas sustancias psicoactivas’ (marihuana sintética, ketamina…). Allí Ecuador aparece junto a Colombia, Brasil, Argentina, Chile y Uruguay como países de consumo.
En Ecuador, Antinarcóticos es también un actor crucial en las tareas de prevención, principalmente con charlas en centros educativos.
Mas, las adicciones son un problema de salud pública. Lo dice la Constitución (art. 364). Eso no supone prescindir de Antinarcóticos, pero sí incorporar a los sectores de salud, educación, producción. Ofrecer tratamiento y rehabilitación a los consumidores es un derrotero, por ejemplo. Otro, urgente, es visualizar que el de las drogas es un fenómeno social, económico, cultural, político… y no solo policial.